Henry Marsh es uno de los neurocirujanos más eminentes de Gran Bretaña, jefe de cirugía de un hospital londinense, miembro de varios comités de sanidad gubernamentales y médico voluntario en países con dificultades. Cerca de su jubilación, repasa los mayores errores y aciertos de su dilatada carrera, desde que decidió hacerse neurocirujano al asistir en quirófano, por primera vez, en una operación de cerebro. Marsh desmitifica la imagen del cirujano todopoderoso y endiosado reconociendo la falibilidad humana en los quirófanos y el factor suerte que tanto determina: una operación sencilla puede resultar fatal por culpa de una hemorragia espontánea e incomprensible, y una operación complicada puede tener un inesperado final feliz porque ese día los planetas se alinean y todo sale de maravilla.
«La investigación en el campo de la psicología ha demostrado que la ruta más fiable hacia la felicidad personal es hacer felices a otros. Yo he hecho muy felices a multitud de pacientes con intervenciones que han salido bien, pero ha habido también demasiados fracasos terribles, y en la vida de la mayoría de neurocirujanos hay muchos períodos de profunda desesperanza.«

Probablemente, Ante todo no hagas daño no es un libro que aporte valor literario alguno, pues su interés reside en la curiosidad de los lectores por los misterios del cerebro y en el tono narrativo de Henry Marsh: sincero y profundamente humano. Marsh inicia este pequeño compendio de reflexiones explicando que lo más difícil para él es mantener el equilibrio entre un distanciamiento profesional con el paciente que le aporte una fachada de seguridad y el acercamiento necesario para no convertirse en un robot. Cuando su hijo William tuvo que ser intervenido por un tumor cerebral a la edad de tres años, el famoso neurocirujano entendió qué se sentía estando al otro lado de la sala de espera y nunca se le olvidó. Desde entonces, es incapaz de permanecer impertérrito ante el dolor de sus pacientes y familiares cuando tiene que trasmitir las peores noticias, pero a la vez sabe que debe mantener la entereza por su salud mental y profesional.
Marsh nunca ha olvidado a un paciente que muriese tras una operación y reconoce que con el paso de los años opta más a menudo por descartar intervenciones de alto riesgo que, en el caso de que salieran milagrosamente bien, apenas alargarían la vida del enfermo unos meses. Para el neurocirujano, prevalece la calidad de vida y una muerte digna por encima de arriesgarse a unos últimos meses de terrible discapacidad solo por ganar experiencia en quirófano o por jugar a ser dioses infalibles y colgarse medallas entre los colegas. Introduce cada capítulo con un concepto médico relacionado con dolencias del cerebro, explica alguno de sus casos más memorables, y cuenta las luces y sombras de una profesión que tan pronto debe luchar a brazo partido contra una hemorragia como con la burocracia que ha recortado las horas extras de su anestesista; una profesión vocacional que además del juramento de salvar vidas, le enseñó que lo primero era no dañarlas.
Lector, un testimonio desmitificador y muy humano no apto para hipocondríacos.
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Hola guapa, me asombra el eclecticismo a la hora de tus lecturas. Pero en este caso no me lo llevo, no me llama nada la atención.
Un besazo
Ya sabes que me gusta mucho el ensayo y sobre todo el científico, me encontré este libro de memorias médicas de oferta y me picó la curiosidad. Lo cierto es que había momentos en los que me daba miedo porque te das cuenta de que esos cirujanos en los que depositamos la esperanza de seguir vivos no son más que personas como tú y y como yo, que nos equivocamos y que tenemos días de más o menos suerte. Besos.
Reconozco que soy un poquito hipocondríaca, así que esta vez no creo que me anime.
Besotes!!!
Pues entonces no te acerques, porque a medida que vas leyendo empiezas a sentir todos los síntomas que describe Marsh asociados al tipo de tumor cerebral correspondiente. Huye!!! Jajajajaja. Besos.
Se ve muy interesante y humano este libro.
Cuando la gente se pone a despotricar de médicos y cirujanos porque algo ha salido mal, siempre pienso si se creerán que la medicina es algo así como resolver una ecuación matemática: si das los pasos certeros en el orden certero el resultado solo puede ser satisfactorio. Pero la medicina, como parte de la biología de la que entiendo un poco más, no es una ciencia exacta. Muchos factores se pueden alinear para que el resultado no sea como se esperaba. Aunque los pasos sean certeros y en el orden certero.
Gracias por la información. Tomo nota del libro.
Un beso.
Exacto, Rosa, justo como dices, así es. Y a veces, el factor que lo pone todo patas arribas no es más que el azar. Así que aquí tienes a Marsh debatiéndose entre la felicidad de haber salvado vidas y sentirse como un héroe, y la certeza de que no es más que otro ser humano intentado ayudar y metiendo la pata. Besotes.