Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens

El señor Pickwick, junto a sus pupilos Tupman, Snodgrass y Winkle, constituyen un curioso club de caballeros que se dedica a viajar por la Inglaterra de 1827 para estudiar a fondo la naturaleza humana. Tan loable propósito tendría sentido práctico si no fuese porque toda la pandilla adolece de una mirada demasiado inocente y una querencia a la buena vida: dales una suculenta comida y un gran bol de ponche junto al cálido fuego y olvidarán cualquier interés científico alrededor. Las aventuras del Club Pickwick transcurren por las calles de Londres, por sus despachos de abogados, juzgados, prisiones de deudores…, pero también por la apacible campiña inglesa y sus comunidades rurales (desfiles militares, campañas políticas, caza, arqueología, patinaje sobre hielo…). Tramas románticas, criminales, tristes, esperanzadoras, legales y alegres se entrelazan en estas más de mil páginas sobre un filántropo entrañable, su leal criado y unos amigos que acabarán por convertirse en su peculiar y amada familia.

«El hombre es solamente un ser mortal, y hay un punto más allá del cual no puede extenderse el valor. El señor Pickwick miró por un momento a través de sus lentes a la masa que avanzaba, y luego limpiamente volvió la espalda y… no diremos que huyó; en primer lugar, porque es una palabra innoble, y en segundo lugar, porque la figura del señor Pickwick no era de ningún modo adecuada para ese modo de retirarse: salió trotando, a la velocidad más rápida a que sus piernas podían llevarle; tan rápidamente, en efecto, que no percibió del todo hasta más tarde la dificultad de su situación.«

Charles Dickens (1812-1870) escribió y publicó por entregas Los papeles póstumos del Club Pickwick, en el Evening Chronicle, a lo largo de 1836 y 1837, una serie de aventuras humorísticas protagonizadas por el bueno del señor Pickwick, sus amigos y su criado Sam Weller. El éxito de Dickens fue inmediato y cada entrega era esperada y celebrada con entusiasmo por todos sus lectores. Ciento ochenta y cinco años después desde que se publicó la primera entrega de esta obra, cayó en mis manos. Empecé a leerla sin ninguna expectativa, pues algunos amigos me confesaron que habían abandonado su lectura muy desanimados. No sé si fue por esta circunstancia, o porque tuve la suerte de acompañar a MH de Las inquilinas de Netherfield en este viaje literario, o porque acertamos en establecer un ritmo de un solo capítulo diario, pero, en cualquier caso, he disfrutado muchísimo de Los papeles póstumos del Club Pickwick.

Para mí, este título de Dickens ha significado un antes y un después en mi consideración del autor y su obra. Siempre me ha gustado Dickens, pero ahora soy una ferviente admiradora. Los papeles póstumos del Club Pickwick me parece una manera divertida y genial de iniciarse en la bibliografía del ilustre autor victoriano porque, aunque se trate de su primer libro de ficción, ya se puede encontrar entre sus páginas muchos de los temas recurrentes de Dickens (prisión de deudas, crítica contra el sistema judicial y los abogados, alcoholismo, pobreza extrema, educación, consecuencias de la salvaje industrialización, etc.), por no mencionar que su estilo y magnificencia narrativa ya brillan en todo su esplendor: durante la lectura, a menudo nos sorprendía que unas descripciones tan extraordinarias, unas escenas tan ingeniosamente narradas y unos personajes tan bien caracterizados fuesen propios de una primera obra.

He leído la edición de Penguin Clásicos, con la traducción de José María Valverde y la introducción de Jordi Llovet. Esta introducción, que hace un breve repaso a la vida de Charles Dickens y a las circunstancias de la publicación de Los papeles póstumos del Club Pickwick, resulta imprescindible para entender qué significó este libro en su época y en la literatura universal. Explica Llovet que lo extraordinario de la obra reside en su dominio de la lengua inglesa, en que interesó por igual a lectores de la aristocracia, la burguesía y las clases populares, y en que es un incisivo reflejo de la Inglaterra de su época (Revolución Industrial, desarrollo tecnológico y científico, crítica social…). Me atrevo a añadir que también lo es por sus inolvidables personajes, el ingenio narrativo, el sentido del humor y esa crítica demoledora contra la injusticia de cualquier clase. Humor, nobleza, lealtad, bondad… Se dice que siempre es Navidad en Dickens. A mí me parece que el señor Charles Dickens era un hombre bueno, un hombre capaz de ver algo bueno en cada una de las personas que conocía (excepto, quizás, en los abogados) y que por eso conservaba la esperanza de su redención. Puede que no fuese un hombre con una vida santurrona, concluye Llovet en la introducción, pero supo conservar el optimismo y el sentido sobre el bien y el mal pese a todo el sufrimiento de su desgraciada infancia.

«Hay sombras oscuras en la tierra, pero sus luces son más fuertes por contraste.«

Los papeles póstumos del Club Pickwick, con influencias de Laurence Sterne, Henry Fielding, Cervantes y Tobias Smollet, no es una novela propiamente dicha. Cuando comenté esto último con un amigo pensó, erróneamente, que me refería a que era una obra de ficción publicada por entregas como otras obras de Dickens. Se trata de un compendio de episodios protagonizados por los mismos personajes, en los que se salta de una aventura a otra, y sus diversas tramas no siempre tienen continuidad más allá de uno o dos capítulos. Además, Dickens inserta hasta un total de nueve relatos independientes entre dichas aventuras, quizás porque el gusto de la época así lo requería.

Aunque no me atrevo a reseñar este increíble clásico de la literatura que me ha acompañado durante algo más de dos meses y que recuerdo con cariño, admiración y nostalgia —¡cómo echo de menos a los personajes y el sentido del humor de Mr. Dickens!—, no puedo terminar estos párrafos sobre mis impresiones de la lectura sin mencionar a Sam Weller, el leal criado del señor Pickwick. Sam es un personaje cockney, educado en las calles de Londres, espabilado y con su propio código moral, a menudo superior al de cualquier señor. No aparece hasta el capítulo diez, pero cayó con tanta gracia entre los lectores que Dickens se animó a convertirlo en un personaje protagonista junto al señor Pickwick. El ingenio y el humor de este personaje, sus inolvidables encuentros y diálogos con su padre, su amabilidad, cariño y lealtad son conmovedores. En ocasiones me pregunté si Sam Weller, que prefiere pudrirse en la cárcel o renunciar al amor de su vida antes que dejar solo a su amo, inspiró a J. R. R. Tolkien para el personaje de Sam Gamyi y su relación con Frodo (aunque a Tolkien, toda la literatura posterior a Chaucer le parecía demasiado moderna para su gusto). Ambos Sam comparten ese papel de héroe humilde y sencillo, sabios a su manera, y tan amables, buenos y divertidos como el espíritu de Los papeles póstumos del Club Pickwick.

Lector, estas son mis impresiones personales, ojalá tú lo disfrutes tanto.

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Los papeles póstumos del club Pickwick

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11 respuestas a Los papeles póstumos del Club Pickwick, de Charles Dickens

  1. Norah Bennett dijo:

    Hola. Pues sin, hay gente que no tiene consideración con los demás y van por ahí desbordando talento. Que sí, que en el trabajo de escritor hay un porcentaje muy pequeño de inspiración y es sobre todo dejarse la piel en el teclado o con la pluma pero algo de talento hay que tener y si tienes un mucho, pues haces esto en la primera obra. Hasta ahora con Dickens solo me entendía con los cuentos de Navidad, pero la semana pasada me apunté al Almaxen de curiosidades, ya veremos si luego vengo a por papeles.
    Besos

  2. Margari dijo:

    Pues llevo tiempo sin acercarme a Dickens. Y me has tentado muchísimo con tu reseña. Es de mis eternos pendientes esta novela. A ver si me animo.
    Besotes!!!

  3. Querida Mónica:
    Vengo de contestar tu mensaje en mi casa. Tenía mucha curiosidad por conocer lo que nos contabas sobre Dickens. No me has defraudado en absoluto, todo lo contrario. Porque he reconocido en tus palabras la misma emoción que aún siento yo después de leer Almacén de antigüedades. Esa es la magia de Dickens. Santurrón o no, evangelizador o no, comparto lo que dices sobre su persona, era un buen hombre. Su vida no fue ejemplar, ya lo sabemos. Pero, ya quisieran muchos líderes mover a las masas en tan buena dirección como lo hizo él. Sus novelas son eternas y maravillosas. Yo me siento muy afortunada por saber disfrutar de su grandeza. Me alegro compartir contigo esta misma pasión.
    Un abrazo

  4. Letras parlanchinas dijo:

    Muchas gracias por tu reseña Mónica porque me motiva a darle una oportunidad ya que también había oído opiniones negativas en el sentido de ser aburrido pero, tal y como tú lo cuentas, creo que disfrutare la lectura.
    Fijate que la primera vez que oí hablar de este libro fue al leer «Mujercitas » porque las March estaban representando en su teatrillo aquella historia y pense: «Si a Jo March le gusta esta historia, tiene que estar bien»

  5. Marisa dijo:

    Creo que esta es la reseña más bonita que te he leído.
    Dickens es extraordinario!!!

  6. Rocio - Mis apuntes de lectura dijo:

    Grande Dickens y grande tu reseña, besos.

  7. Nitocris dijo:

    Hola querida, después de leer David Copperfield, mi primer Dickens, no sé por cuál seguir y justo Undine y tú me traéis dos de las novelas que me habían llamado la atención (tengo que reconocer que Oliver Twist me da pereza porque tengo la sensación de que será tristisima), así que al final no sé por cuál decantarme… lo maduraré…
    Un besazo

  8. MH dijo:

    Ay, Mónica, cómo echo de menos a Pickwick, a Sam Weller y sobre todo a Dickens… menos mal que el mes que viene si no pasa nada me pongo con Oliver Twist y me quito el mono de encima.

    No te puedo decir más por aquí de lo que te he dicho por privado. Mis momentos groupie-eufóricos-fangirleros-exhaltados-emocionados hasta las lágrimas cuando leo a Dickens deben quedar en petit comité. Mi gran problema con muchos clásicos es que los leí siendo muy, muy joven y me duele no recordar gran cosa de ellos. De ahí mi propósito de releer muchos de ellos y, como en el caso del club Pickwick, redescubrirlos. Me ha encantado tenerte de compi de viajes, y cuento contigo para Nicholas Nickleby. Ni se te ocurra echarte atrás.

    Dickens era un genio sin paliativos, de los que ya no nacen y a los que hay que dar gracias por cada palabra que escribieron. Lo digo aquí, lo diré donde tenga que decirlo y lo seguiré diciendo hasta que me muera. Lo adoro por encima de todas las cosas: leerlo es alimento para el alma y gozo para la mente.

    ¡Besote!

  9. Rocío dijo:

    Pues es uno de mis eternos pendientes de Dickens, y después de leerte no creo que lo deje mucho más.

  10. Juana María dijo:

    Hola Monica buenas tardes, muy bueno tu blog tus libros y tus lecturas recomendadas.
    Te quería preguntar si conoces un libro llamado Chica Cosmica y a su autor, tenía entendido que hablaba de la infancia, aún no pude conseguirlo por eso queria saber si me lo recomiendas si es que lo has leido, dado lo buena escritora que eres me pudes dar una mano sobre si llerlo o no.
    Muchas gracias.

  11. LectoraEmpedernida dijo:

    Hola Mónica. Ay, siempre que leo tus reseñas me sale un suspirito al finalizarlas y me quedo con sonrisita.. jeje Sabes que ando con este libro, y bueno, se me está alargando la cosa porque lo deje abandonadito durante un tiempo como te conté y lo retomé al indicarme que tú estabas leyendo capítulo por día y te iba bien (cosa que me animó y me ayudó mucho a avanzarlo) y además, lo compagino con otras lecturas y con una mudanza, cambio de piso y estudios, todo a la vez. Hay veces que reconozco que me quedo dormida con el picwick en la mano de puro cansancio antes de finalizar el capítulo que quería leer. Pero ahí sigo, y suscribo lo que comentas sobre él. Me queda poquito para finalizarlo y sé que, aunque pienso que es mejor leerlo así: sorbito a sorbito y que puede hacerse pesado por su extensión, es un libro que merece la pena leer. Sus personajes son especiales y he reído mucho con algunos pasajes que ya pasan a mi memoria lectora, dudo que se me olviden. Me ha gustado esa comparación que has hecho entre este Sam y el de Tolkien, ciertamente tienen mucha similitud aun con sus diferencias. ¿Sabes lo que he echado de menos en esta edición? Ilustraciones… Sé que hay una edición con las ilustraciones originales y tiene que enriquecer mucho la lectura. Un abrazo.

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