Jane y Liz son las mayores de las cinco hermanas Bennet y las únicas que parecen tener un poco de sentido común en la enorme casa de estilo Tudor que la familia habita en Cincinnati. Ambas llevan años viviendo en Nueva York pero están pasando unas semanas en la casa de su infancia para cuidar de su padre, Fred Bennet, que acaba de sufrir una intervención cardíaca. La única ocupación de Lydia y Kitty es el crossfit, seguir la dieta paleo y whatsappear, Mary siempre anda encerrada en su habitación, estudiando, y la señora Bennet solo vive para el club de campo y su organización benéfica. Pero para agravar el caos y el sinsentido que siempre parece reinar en la casa de estilo Tudor, la noticia de que dos médicos solteros, ricos y guapos —Chip Bingley y Fitzwilliam Darcy— se acaban de mudar al vecindario hace presa en la imaginación de la señora Bennet, que sueña con casar a sus hijas con un buen partido y a cualquier precio.
«En cierto modo, el hecho de que las cinco estuviesen solteras convertía la circunstancia en un fenómeno, curioso o desastroso, dependiendo del punto de vista, aunque en cualquier caso rara vez se tenía en cuenta la individualidad de cada una de ellas.«

Orgullo y prejuicio es mi novela preferida de Jane Austen, por eso en cuanto vi Sin compromiso, en el catálogo de Siruela, supe que tenía que leerla. Esta simpática historia de Curtis Sittenfeld es una puesta al día del clásico austenita y, aunque muchos puristas dirán que resulta prescindible, lo cierto es que me lo he pasado bien revisitando a las Bennet.
Sin compromiso es una adaptación contemporánea y divertida de la novela de Jane Austen, que recrea con bastante acierto la mirada incisiva de la autora sobre las relaciones familiares y sociales, los prejuicios socio-económicos de la diferencia de clases (en la novela de Sittenfeld ampliado a diferencias de raza y de género) o las relaciones amorosas y sus dificultades. Curtis Sittenfeld traslada con autenticidad al siglo XXI el espíritu crítico de la novela de Austen y, aunque —era necesario— cambien las circunstancias y las situaciones, sus personajes son sorprendentemente fieles a sus originales. Destaca, por ejemplo, el caso del patriarca de los Bennet, cuyo sarcasmo, sentido del humor y filosofía de vida son exactos a los del carácter imaginado por Austen; sus diálogos son uno de los puntos que más he disfrutado de esta novela.
Leer Sin compromiso conlleva el placer de reencontrarse con los Bennet, la sensación de volver a saber de viejos y queridos amigos, cierto consuelo para la nostalgia de los lectores. He disfrutado de la recreación de las vidas de las hermanas en el siglo XXI, de sus relaciones amorosas y de sus actitudes frente a la vida; incluso las tres pequeñas me han caído mejor que en la historia original, quizás porque Sittenfeld las ve desde un prisma más tolerante (son producto de la educación de sus padres) y tiende a redimirlas hacia el final de la novela. Jane y Liz están perfectas, fieles al espíritu de las heroínas austenitas, incluso favorecidas por la luz de la adaptación temporal (ambas están casi en la cuarentena y no hubiese sido creíble que no hubiesen tenido parejas o una carrera profesional). Solo el señor Darcy, en mi opinión, queda algo diluido, su intensidad original menguada por el paso de los siglos y una adaptación que le deja escaso diálogo y poco protagonismo entre tanta Bennet desatada.
Lector, para nostálgicos de Orgullo y prejuicio con sentido del humor.
Nota friki: Sí, aparece Pemberley. Y además está situado en el número 1813 de una carretera, sí, ese es también el año en el que se publicó por vez primera Orgullo y prejuicio.
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