La guerra ha llegado a las murallas de la poderosa Troya desde que Paris saqueó las riquezas de Menelao y se llevó a su esposa, la bella Helena. La coalición griega ha varado las naves en la playa y Agamenón, rey de reyes, lidera el ataque. Pero los años pasan y la guerra entre griegos y troyanos sigue estancada, para impaciencia de los dioses que se divierten viendo morir a los mejores de uno y otro bando. La ira de Aquiles, líder de los mirmidones, estalla cuando se siente agraviado por la avaricia de Agamenón, que siempre se lleva la mejor parte del botín. Hijo de Peleo y de la diosa Tetis, el mejor guerrero de los griegos se retira a su tienda con su compañero Patroclo y anuncia que no piensa combatir más. Su madre Tetis acude a Zeus para arrancarle una promesa y desencadenar un destino escrito por los dioses y tristemente cumplido por los héroes de la antigüedad.
«Canta, ¡oh, diosa!, la ira de Aquiles, hijo de Peleo, que trajo incontables males a los griegos. Muchas almas valientes envió antes de tiempo al Hades y convirtió a muchos héroes en pasto de los perros y de los buitres, pues tal fue la voluntad de Zeus cumplida desde el día en que Agamenón, rey de hombres, y el gran Aquiles se enemistaron.«

He leído Ilíada en la edición de Blackie Books, que es una traducción comentada de la versión de Samuel Butler, a quien la crítica literaria le reconoce la mejor adaptación en prosa de este clásico entre los clásicos. Entiendo la reticencia de muchos académicos por esta edición, pero reconozco que a los lectores como yo, que no somos expertos en Clásicas y que nos abruma leer miles de versos traducidos del griego antiguo, Butler nos ha facilitado la lectura. Ahora bien, también reconozco que disfruté mucho más de Odisea de Butler que con su Ilíada y que, a menudo, en este último caso, me hubiese gustado que Butler se hubiese ceñido un poco más al texto en lo que a terminos históricos se refiere y que hubiese conservado los epítetos originales, entre otros detalles. Dicho esto, la edición de Blackie es preciosa y las ilustraciones de Calpurnio y los textos adicionales que la acompañan son una maravilla.
Es complicado reseñar un texto de este calibre. Seguimos sin saber quién era Homero, si existió o si era más de una persona las que firmaban con este nombre. Sí que sabemos que alrededor del siglo V a. C. ya teníamos constancia de aedas homéridas que declamaban sus poemas y que Ilíada fue puesta por escrito alrededor del siglo VIII a. C. aunque los acontecimientos que describe son, probablemente, del siglo XIII a. C. o anteriores. Pero, sin duda, lo más sorprendente para los lectores que nos acercamos por primera vez al texto íntegro y no a la leyenda, fragmentos y adaptaciones posteriores, es que su tema principal es la cólera de Aquiles y que solo hace referencia algunos acontecimientos del décimo año de la llamada guerra de Troya. Es decir, que empieza con el estallido de la cólera de Aquiles y termina con el fin de esa cólera, nada de juicios de Paris, de raptos de Helena, de caballos de Troya, de aventurillas de Ulises o de la muerte de Aquiles. Solo su episodio de ira, de principio a fin.
Si la Odisea a menudo era un manual sobre las buenas costumbres y el arte del buen anfitrión y la buena educación de la época, la Ilíada lo es sobre las maneras de matar a un oponente en una batalla de la época. A menudo se especula con que Homero hubiese sido militar o médico pues la precisión de la descripción de las heridas, las causas de la muerte y los puntos débiles de una armadura, por ejemplo, es muy notable. Ilíada es, pues, en buena parte, una narración de destripamientos, decapitaciones, ojos arrancados, sesos desparramados y mucha, muchísima muerte, largas listas de muertos. Una narración que muestra la pérdida de los mejores hombres de su época, de los héroes, de los hijos de los dioses, de los jóvenes y valientes guerreros… con el beneplácito y la diversión de unos dioses a menudo infantiloides que toman partido por griegos o por troyanos y se dedican a propiciar el sangriento y terrible espectáculo. Pese a lo que podamos pensar, hay poca épica en la Ilíada y, cuando la hay, es sobre bellísimas escenas de amor —fraternal, filial, matrimonial— y duelo, pero no de batalla. Tampoco hay héroes tal y como los concebimos en nuestra cultura (valientes, honorables, generosos, protectores) —excepto quizás Héctor en sus mejores momentos—, sino piratas rapiñando incluso en medio de la batalla, robando las armaduras y todo lo que brilla en los caídos. Veinticuatro cantos que explican una de las historias más antiguas de nuestra cultura occidental.
Lector, escoge tu traducción idónea y embárcate hacia las costas de las altas torres de Ilium.
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