Un error en una dirección electrónica inicia una curiosa correspondencia entre dos desconocidos. Emmi Rothner envía un correo a la revista Like para darse de baja de la suscripción pero en realidad llega hasta la bandeja de entrada de Leo Leike, un asesor de comunicaciones que le contesta educadamente para sacarla de su error. Sin embargo, con la llegada de las navidades y los mensajes masivos de felicitación, Leo no puede resistirse a la tentación de volver a contestar a Emmi y los e-mails empiezan a sucederse entre ambos. Él es un naufrago a la deriva de una relación incesante y tóxica, ella una mujer felizmente casada y con dos hijos, pero juntos son capaces de crear, siempre a través de las palabras, una isla común en donde el tiempo y espacio desaparecen para poder ser ellos mismos en cada coma, en cada acento, en cada exclamación. Palabra a palabra, quedan totalmente desnudos y a solas: «tú has convertido mi monólogo interior en un diálogo».
Si el lector abre Contra el viento del norte esperando encontrar una gran historia de amor quizás no le parezca tan original como debería porque la verdadera fuerza y emoción de este libro no radica tanto en el romanticismo como en la singularidad de sus palabras, de su escritura. Contra el viento del norte es, por encima de todo, un baile dialéctico tan bien tramado que hasta sus personajes y circunstancias se desdibujan para dejar paso a una contienda escrita deliciosa y precisa. Daniel Glattauer conoce el peso de cada una de las palabras que elige para sus protagonistas y sabe bailar con las construcciones gramaticales de una manera sensacional. El resultado es un libro de correspondencia electrónica en donde los personajes se conocen íntimamente y se hacen el amor a través de las palabras, sin caer en ningún tópico romántico o en cursilerías insoportablemente endulzadas. Glattauer consigue dar a Leo y a Emmi su propia voz, consiguiendo diferenciarlos en su manera de comunicarse (pensamiento, lenguaje y escritura son la esencia de la persona) y los hace únicos, libres, vibrantes para el lector (aunque con un pésimo gusto para los vinos). Destaca, de manera bellísima, llena de ternura y sencillez, la descripción de Emmi de sus inquietudes, sus sentimientos, a través de los ojos de los muebles que la contemplan y la acunan en la seguridad de su hogar. Esos muebles para los que a veces resulta una extraña soñadora sentada al teclado del ordenador para conjurar el insomnio terrible de ese viento del norte.

Lector, si hace tiempo que echas de menos un buen discurso inteligentemente dialogado y fresco, ha llegado la hora de que conozcas a Emmi y a Leo. Sus duelos más íntimos no te dejarán indiferente.
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Este libro lo he disfrutado mucho más por su "buena escritura", que no por su historia. Cuando me sucede esto, siempre me da pena no poder leerlo en su idioma original. Glattauer es vienés y escribe en alemán, así que he tenido que conformarme con la excelente traducción de Carmen Gala (Edicions La Campana). Pero no deja de ser una traducción de su voz. Me gusta la precisión de sus frases y la construcción tan métodica de su discursos para expresar tan bien lo que siente el personaje de manera que parezcan sensaciones nuevas, cuando son las más antiguas del mundo.
Yo lo tengo en mi lista de pendientes desde hace tiempo, pero aún no me he decidido a leerlo
Hola, Tatty. Pues es uno de esos libros que se lee en un suspiro. Como es breve y además todo son mails, las páginas pasan volando. Eso sí, ya te aviso de que, si te gusta, tendrás que ir corriendo a por la segunda parte,"Cada siete olas", porque la historia queda inconclusa.
Buena reseña, Mónica, me ha gustado mucho tu descripción del "cómo", especialmente porque la mayoría de las reseñas se centran en el "qué".
"Contra el viento del norte", ummm, me lo repito para recordarlo.
Gracias, loque. Es que creo que este libro llama más la atención por sus palabras que por su historia. Sin su peculiar manera de escribir, Glattauer no habría llamado la atención con esta historia de amor.