John Boyne escribe esta breve novela desde el punto de vista de un niño de 9 años en la Alemania de Hitler, en pleno holocausto. Su prosa tiene ciertas particularidades que la dotan de originalidad y establecen una corriente de complicidad al relatar la espantosa realidad de un campo de concentración vista a través de la mirada inocente de Bruno. Boyne no utiliza en ningún momento palabras como nazis, Hitler, judíos, ect. para evitar forzar un dramatismo que está patente entre líneas, pero siempre en segundo plano porque la protagonista absoluta de esta historia es la infancia. En contra, se le puede criticar al autor una excesiva ingenuidad al intentar convencernos de que un niño alemán de 9 años, perteneciente a la élite social de 1942, no haya recibido adoctrinamiento alguno en la escuela sobre la ideología entonces imperante.
Lector, este libro es entretenido y suave como la caída de los primeros copos de nieve y no se trata de ningún drama lacrimoso. Eso sí, no esperes algo parecido a La vida es bella de Roberto Benigni.
Me regalaron el libro justo en el momento en que salió al mercado.
No sabía nada sobre él.
Recuerdo que empecé a leérmelo por tarde y no fui capaz de dejarlo hasta el final, ya de madrugada.
El final, realmente me impactó!
No sé si ahora me gustaría tanto como entonces, pero le tengo un gran cariño.