Años atrás, Próspero, Duque de Milán, fue víctima de la conspiración política de su hermano Antonio que, aliándose con el rey de Nápoles, le arrebató su ducado y lo condenó a muerte. Uno de sus dignatarios, Gonzalo, se apiadó de Próspero y de su hija Miranda y los ayudó a escapar por mar. Han pasado doce años desde tan funestos acontecimientos, y el duque depuesto y su hija viven en una isla desierta con la única compañía del hijo deforme de una poderosa bruja y de los espíritus. Próspero, que ha estudiado los grimorios de la bruja, controla hechizos, espíritus y ocultos poderes, y sabe que ha llegado la hora de su venganza: el rey de Nápoles y Antonio regresan a casa por mar cuando una extraña tempestad los hace naufragar en la misteriosa isla del desterrado.
«Pero por más que hayáis perdido el juicio,
podéis tener por cierto que yo soy Próspero,
el duque que expulsasteis de Milán,
que por milagro llegó a esta isla
donde habéis naufragado, para gobernarla.»

William Shakespeare escribió y estrenó La tempestad en 1611, en el palacio de Whitehall, para el rey Jacobo I. Por aquel entonces, El Bardo tenía toda la confianza del nuevo monarca, que patrocinaba y amparaba su compañía teatral, la King’s men. En 1590, cuando Jacobo I y su esposa, la reina Ana, volvían a Inglaterra desde Dinamarca, estuvieron peligrosamente cerca de naufragar por culpa de la tormenta que unas brujas conjuraron contra su barco. El suceso culminó con los juicios de las brujas de North Berwick e intensificó la obsesión del rey por la amenaza de la brujería (en 1597 escribió Demología, un tratado alertando sobre la existencia de las brujas). No ha llegado hasta nuestros días ningún documento que afirme que William Shakespeare se inspiró en este suceso de la vida de Jacobo I para escribir La tempestad, pero las similitudes están ahí.
«Estamos hechos de la misma sustancia que los sueños. Nuestro pequeño mundo está rodeado de sueños«.
La tempestad es un drama en cinco actos que trata sobre los conflictos familiares, la ambición, la venganza, la redención, el perdón y la magia, entre otros temas. La atmósfera de la obra es casi onírica, a menudo los personajes se preguntan si están despiertos o soñando, y Shakespeare no solo menciona a la poderosa bruja Sícorax sino que muestra el aprendizaje del protagonista en sus grimonios y su poder sobre el espíritu (o la diosa) Ariel, responsable de provocar la tormenta que hace naufragar al rey de Nápoles, su heredero y al traicionero hermano de Próspero. El punto cómico de la obra lo ponen dos marineros borrachines con un barril de vino y Caliban, el hijo de la bruja; la trama romántica, que ensalza un amor puro y piadoso, corre de la mano de Miranda y Fernando. Si bien a simple vista puede parecer un libreto corto, de parlamentos y actos breves, La tempestad trata cuestiones de profunda complejidad y no todos los críticos se ponen de acuerdo al respecto (metáfora de la colonización del nuevo mundo, metáfora del perdón, etc.). Pero en esta isla sobrenatural, donde todo es magia y sueño, al final triunfan el perdón y el amor.
Lector, cuidado con las brujas y las brújulas.
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Cuántos años sin leer nada de Shakespeare! Y sólo he leído Hamlet y Macbeth y apenas recuerdo ya nada… A ver si me animo de nuevo. Desde luego tu reseña me deja con ganitas.
Besotes!!!
No pasa nada, a Shakespeare siempre es un placer leerlo y si hace tanto tiempo y ya no te acuerdas de casi nada, todavía mejor, así lo disfrutas como la primera vez. Es lo que me ha pasado con «La tempestad», que apenas recordaba nada de la primera lectura y ha sido como descubrirla por vez primera. Besos.
Este lo comento porque lo he leído :)
Me gustó mucho, sobre todo lo referido a Caliban, el pobre sometido primero por Sícorax y ahora por Próspero, que no para de maravillarse por su «maldad innata», y eso «pese a que le enseñaron a hablar su idioma». Esa condescendencia colonial… Ariel también me pareció paradigmático sobre cómo utiliza Próspero el mundo a voluntad para obtener su venganza.
Es la última obra, y deja un sabor agridulce: acaba bien, con Próspero repuesto en sus honores y Miranda casada con su amor, pero quedan atrás muy malas artes por parte de muchos…
Mi edición no tiene prólogo ni introducción, solo notas a pie de página y he echado en falta justo lo que tú comentas: una mini-guía sobre el simbolismo de esta obra. Me ha parecido una de las obras más metafóricas y alegóricas de Shakespeare y, quizás por eso, no es de mis favoritas, pero es cierto lo que comentas, que esa referencia a la colonización y «al mal salvaje», así como la mitología que introduce el personaje de Ariel, o el carácter casi onírico de toda la obra es más fácil de identificar (de comprender y de disfrutar) con una pequeña orientación previa a la lecturas. La próxima vez te pregunto ;-) Besotes.
Mónica, te lo digo siempre, eres un pozo de sabiduría histórica. Me flipa como coges hechos reales y los enlazas con obras literarias pero no al azar ni al tuntún, sino con una base que resulta evidente, y que no por el hecho de no haber sido conectado antes no significa que no pueda ser así. Yo te compro totalmente la inspiración del suceso de Jacobo I (rey maniático y paraoico donde los haya, por cierto, aunque bueno, en la época que le tocó vivir estar paranoico era el pan de cada día).
Sobre «La tempestad», la leí hace siglos, y apenas recuerdo nada de ella. Si saco fuerzas de a saber donde y me pongo manos a la obra con mi reto Shakespeare, ya te contaré :) Llevas el reto brujil viento en popa a toda vela. A ver cómo se nos da abril («Las brujas de Salem» te va a gustar mucho, pongo la mano en el fuego).
¡Besote!
¿Verdad que viene muy bien traído lo del naufragio y acusar a las brujas? Yo creo que Will se inspiró en ese accidente de su nuevo rey, pero como Jacobo I era tan paranoico igual no se atrevió a decirlo mucho XD (vaya películas que me monto). A mí me encantó ubicarlo así porque para nuestro reto de brujas me encanta. En abril solo leeré «Las brujas de Salem», pero en mayo me lanzo a la aventura del caldero de nuevo. Cómo me gusta este reto… y eso que empezamos regular… Besos.
Este es uno de los pocos autores que he leído de teatro. Confieso que leí Hamlet porque tenía una amiga que decía mucho eso de «algo huele a podrido en Dinamarca » y a mí me hacía gracia. También he leído el de Romeo y el de las nueces porque vi la peli. Pero este de no sé si estoy dormido o durmiendo no me convence demasiado, la verdad. Creo que me lo salto, es que salvo excepciones, el teatro no me gusta, no me mete en la historia como las novelas y no es lo lo mismo.
Besos
A mí es de las obras de Will que menos me gustan, un poco por ese aire onírico, pero sobre todo por todo el simbolismo y las alegorías, que no van mucho conmigo. Aunque confieso que todavía no he leído ningún Shakespeare que me desagrade. Las adaptaciones a la pantalla pues depende, aunque en el caso de este autor siempre prefiero el libro. Y recuerdo con mucho cariño una representación de «Noche de reyes» en el TNC que era increíble, la mejor obra de teatro que he visto nunca en mi vida. En fin, que me emociono… Besos.