A finales de la Guerra de Secesión Americana, cuatro hermanas de una familia venida a menos intentan salir adelante pese a la ausencia del padre, pastor puritano destinado al frente. Meg es la mayor, tiene 16 años, trabaja de institutriz y a menudo suspira por carecer de mejores vestidos con los que enmarcar su belleza. Jo tiene 15 años y es apasionada, brusca, sincera y desea ser un muchacho para gozar de mayor libertad. Beth y Amy son las pequeñas de la casa y no podrían ser más opuestas pues la primera es un ángel tranquilo y cariñoso y la segunda una repipi insufrible. Todas con sus bondades y sus defectos bajo la amable tutela de su madre, que las animará a seguir El libro del peregrino para esforzarse por limar sus defectos y alcanzar la felicidad y la perfección a través del duro trabajo.
«—No ser un genio como Keats no me matará —afirmó resuelta—. Es cuestión de verlo todo con humor. Resulta que los episodios que calqué de experiencias reales son calificados de imposibles y absurdos, y las escenas inventadas con mi tonta imaginación se consideran «encantadoramente naturales, tiernas y verdaderas». Me consuelo con eso y, cuando me sienta preparada, escribiré otra novela.«

Leí Mujercitas de Louisa May Alcott en la adolescencia, pero no fue la versión íntegra, así que cuando La pecera de Raquel propuso una lectura conjunta de este clásico con motivo de su aniversario allá que me fui de cabeza. Me compré la edición conmemorativa de Penguin Clásicos, con traducción de Gloria Mendez y las ilustraciones originales de Frank T. Merrill. Por suerte, he logrado disipar aquel recuerdo tan cursi y melodramático que tenía de mi lectura adolescente (¿o quizás debido a las adaptaciones cinematográficas?), pero reconozco que la relectura no me ha reconciliado con el clásico.
Había leído una breve semblanza de la vida de Louisa May Alcott y Fruitlands, y me había llevado conmigo la idea de que la autora, de educación exquisita gracias a la tutoría de sus padres (su padre era el filósofo Amos Bronson Alcott) y al ambiente en el que creció (los amigos de la familia era Ralph Waldo Emerson, Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau, entre otros), a menudo reflejaba su preocupación por la educación femenina en sus obras y personajes. Pues bien, en Mujercitas, ninguna de sus cuatro protagonistas han ido al colegio (Beth y Amy solo brevemente, pero como las reñían y castigaban por desobedecer las normas la madre prefirió que se quedasen en casa. Alucina), y tampoco se da pistas de que los padres las hayan educado en casa. Meg es institutriz y Jo quiere ser escritora, a saber cómo se habrán formado para sus respectivos empleos. Si bien Alcott, que se ganó el pan con sus empleos durante toda la vida, refleja bien la idea de que las chicas son pobres y deben procurarse el sustento trabajando duramente, la idea de la educación femenina brilla por su ausencia. Los únicos personajes de Mujercitas que estudian y van a la universidad son masculinos.
Cuando le comenté a mi amiga Rosa mi decepción por la ausencia de esa idea de educación que los biógrafos de la autora aseguraban presente en sus obras, me señaló que seguramente Mujercitas fue una novela que la autora escribió y publicó por dinero, una novela de supervivencia. Así que se aseguró de que todo lo que aparecía en Mujercitas fuese ideal para su época y alejado de cualquier polémica o conducta extravagante, como la rarísima idea de la educación universal. Y así fue, puesto que la novela se vendió muy bien cuando apareció por vez primera.
Mi segunda decepción fue la fuerte presencia religiosa a lo largo de todo el libro. La idea del credo puritano de que el cielo (la perfección) se alcanza en este mundo trabajando muy duramente, sacrificando nuestros esfuerzos personales a dios y nuestro sufrimiento para ser mejores cada día, es una idea que marca a las cuatro hermanas y constituye el hilo principal de la trama. No la recordaba tan profundamente piadosa. Por no hablar del proceso de «domesticación» de las protagonistas, muy evidente en Jo, un personaje que empieza la novela siendo libre e independiente y acaba pasando por el aro de lo convencional y lo puritano. Me entristeció profundamente la transformación de Jo, quizás porque la imaginaba un alter ego de Louisa May Alcott y me parecía que sacrificaba todos sus sueños, ideas y talento en aras de lo convencional para sobrevivir.
Sin embargo, he disfrutado de la novela, de la fluidez de la prosa de la autora y de su eficiente construcción de personajes alternando la descripción psicológica con su comportamiento en cada escena dramática. Pese a que casi prescinde de cualquier marco histórico —la Guerra de Secesión y su incidencia en el país ni se menciona más allá de que papá March ha tenido que ir al frente— Mujercitas me parece una extraordinaria y genuina crónica de la vida de una familia norteamericana (yanki) a mediados del siglo XIX.
Además de la religión puritana, en Mujercitas siempre está muy presente la pobreza, la necesidad por la falta de dinero y la mala vida de los pobres, así como la caridad y generosidad para con los que menos tienen. Los valores morales eran mucho más importantes que el dinero, la posición social, la belleza o la excelencia intelectual. Especialmente odioso se me ha hecho ese mensaje sobre el triunfo de la mediocridad: a Jo las cosas no le van bien porque es extraordinaria, porque no se pliega a la convención, no se adapta al entorno y a lo establecido, en cambio a Amy se la premia (viaje por Europa, buena boda) por someterse a las reglas, por ser mediocre en su arte pero aplicada en la imitación de lo socialmente deseable. De nuevo tenemos a Louisa May Alcott intentando vender muchos ejemplares, pues la escritora mantenía a los suyos con lo que publicaba, y me parece encomiable, pero también me apena que su obra más renombrada sea precisamente Mujercitas. En la novela se critica y censura a Jo cuando escribe por dinero, ¿llegaría a sentirse así Alcott, pilar económico de los suyos gracias a su pluma? Así como Jane Austen encontró el modo de que su voz llegase alta y clara hasta nosotros, la de Louisa May Alcott, por desgracia, se desdibuja en sus circunstancias.
Lector, un clásico que quizás ha llegado a nuestro siglo más maltrecho de lo que se merece su autora.
Nota: Me ha encantado ir recopilando los libros que leían las hermanas March: El vicario de Wakefield, las novelas de Charles Dickens, Ivanhoe,… O Jo asistiendo a reuniones de sus escritores idolatrados y encontrando solamente hombres, algunos bastante idiotas.
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Mujercitas
Justo lo acabo de leer hace unas semanas, me encantó.
A mí me gustó mucho más que cuando lo leí de adolescente, pero le he encontrado más las vueltas ;-) Besotes.
Es un clásico que tengo pendiente de leer pero ahora me has asustado un poquito…
Besotes!!!
No te asustes, creo que te va a gustar mucho y más por estas fechas navideñas. Es una crónica estupenda de la época. Solo que como había estado leyendo sobre la vida de Louisa May Alcott me he llevado una pequeña desilusión porque no he encontrado sus verdaderas ideas y educación, ya que «Mujercitas» lo escribió porque necesitaba comer. Besotes.
Hola guapa, mira me alegro de tu reseña… y no porque lo hayas pasado mal, por supuesto, sino porque viendo que todo el mundo está tan encantado con Mujercitas me daban ganas de releerla, yo como tú la leí de pequeña… Y la verdad, teniendo tan buenos recuerdos de ella, de mi lectura en aquella época, pues como que la voy a dejar así… No quiero que se desdibuje ese aura genial que tenía Jo ante mis ojos…
Un besazo
Yo lo he vuelto a leer porque tenía un mal recuerdo de «Mujercitas», supongo que debido más a las películas, tenía un recuerdo cursi. Por eso me fui toda decidida a leerlo de nuevo. Me ha gustado más, pero también me he impacientado con tanta moralina religiosa que no me esperaba de una señora con la estupenda educación que tenía. Pero si tu recuerdo es bueno, creo que haces bien en no arriesgarte con una relectura. Besos.
Ay amiga. Este es mi miedo. Que la peli me gusta pero consciente de que es una bobería y que al final tanta rebeldía es como dirían hoy, postureo. Que lo único que hacen es dar un rodeo pero llegan al mismo sitio y eso también me ocurre con Austen, aparentemente sus personajes son rebeldes pero entrar por el aro al final. Y el caso es que ya no eres la primera lectora de confianza a la que le ha pasado esto con esta novela. Como ya te dije, me tienta muchísimo la edición de Akal pero estas dudas…
No sé yo.
Besos
No sé qué decirte, es que depende de qué recuerdo tengas. En mi caso, como le decía a Nitocris, tenía un mal recuerdo y esta segunda lectura me ha hecho apreciar más el clásico. Pero tanta domesticación y tanta moralina religiosa me han pesado, eso sí. Supongo que como ya sabes lo que te vas a encontrar, quizás te ayude a disfrutar más de otros aspectos de la lectura, sobre todo en una edición tan maravillosa como la de Akal. Besos.
Que pena que a mi no me convenció su relectura… Se me hizo ñoño y guardaba mejor recuerdo… Lo que te decía, una pena..
Besos
Ay, es que hay novelas que no soportan una segunda lectura después de tantos años, ¿verdad? Sobre todo por nuestra culpa, porque ya no somos las mismas lectora del pasado. Yo me atreví porque tampoco tenía tan buen recuerdo y, en cierto modo, me ha gustado más que la primera vez, aunque he visto otras cosas que antes no. Besotes.
Este libro tiene la culpa de que nunca haya releído Cumbres borrascosas, a pesar de que he sentido la tentación muchas veces.
Sucedió que leí Mujercitas por primera vez con once o doce años y me encantó. Luego lo releí con quince o dieciséis y me pareció horriblemente paternalista, no me gustó nada.
Conclusión; no releas de adulta los libros que te enamoraron de niña. Por si acaso.
¡Un abrazo!
«Cumbres borrascosas» son palabras mayores, amiga mía, ese sí que es un clásico que aguanta contra viento y marea cuantas lecturas quieras echarle encima. Me he descontado ya de las veces que lo he leído y leído y leído, y siempre me apasiona igual que la primera vez. Pero no creo que sea el caso de «Mujercitas», al que le vemos más costuras, la domesticación paternalista que tú dices, y la moral religiosa. Una pena. Pero entiendo bien tu consejo, es cierto que hay otros muchos libros que no me atrevo a releer, como los de Anne Rice, por ejemplo, o «La ladrona de libros». Besos.
Qué bonita edición…..
Yo tengo una mucho más sosanga. Era un libro que no había leído y un día dije, me apetece este clásico, y lo disfruté, quizá más por la nostalgia que por el tipo de historia en sí que a día de hoy, me resulta super desfasada y obsoleta. Por el patriarcado, la búsqueda de marido como si no existiera nada más, ….
Bueno, ahora que además hay peli, seguro que sieguen saliendo un montón de ediciones preciosas y se seguirán vendiendo, que tampoco está mal para conocer el tipo de vida a la que se aspiraba antes y al que afortunadamente hacemos ahora.
Besos.
Besos.
Besos.
Me quedé con esta porque era bonita y barata y además es edición íntegra, tal y como se publicó la primera vez (que resulta que las pelis y la mayoría de ediciones que pululan por ahí son solo de la segunda parte del original, y yo ni idea). Tal y como tú dices, es un libro de época y debe leerse como tal, pero para ser un clásico me da que no ha envejecido del todo bien. Besos.
También leí Mujercitas en mi adolescencia (imagínate, con dos hermanas que tengo, no me quedaba otra que matar la curiosidad por una novela que devoraban las adolescentes de mi época). Y he de reconocer que finalmente me gustó. No sé ahora con qué ojos la vería si la releo, aunque lo que más siento es curiosidad por ver la nueva versión cinematográfica que se ha rodado sobre esta mítica novela. Besos.
Pues si te gustó en su momento, seguro que ahora también le encuentras sus bondades, ya verás. Me ha parecido una excelente crónica de una familia norteamericana de la época, y la prosa de Alcott fluye como pocas entre sus coetáneos. Si te animas, ya me contarás. No sé si iré a ver la nueva versión al cine, ¿no te da la sensación de que poco nuevo puede aportar? Ya veremos. Besos.