J. van Toch, el experimentado capitán del barco mercante Kandong Bandoeng, vadea las costas isleñas de Sumatra cuando descubre la presencia de unas salamandras gigantes. Curioso por una especie del todo desconocida se dedica a observarlas durante unos días: viven bajo el mar, a poca profundidad, siempre cerca de la costa, y por las noches salen a tierra andando con sus fuertes patas traseras. Quizás porque está mayor, quizás porque le conmueven esos extraños animales que aprenden a hablar inglés con facilidad y a manipular objetos con sus manitas, el capitán J. van Toch les proporciona cuchillos para que puedan defenderse de sus depredadores naturales, los tiburones, a cambio de perlas. Eliminada la amenaza de los voraces escualos, las salamandras se reproducen a un ritmo acelerado y el capitán checo se encuentra con las sentinas llenas de perlas hasta tal punto que anega los mercados internacionales y pierden valor. A la muerte del capitán, sus socios capitalistas tienen otras ideas sobre el rendimiento de la superpoblación de salamandras, ¿por qué no alquilarlas como mano de obra submarina?
«—Las salamandras no pueden trabajar contra las salamandras, iría contra natura. Las salamandras son todas de la misma especie.
—Los hombres también son todos de la misma especie. Y ya ves, no les importa. Una misma especie y mira como luchan entre ellos por cualquier cosa. No solo por un lugar donde vivir, sino también para tener más poder que los otros, más influencia, más fama, más mercados, y yo que sé qué más.«

Čapek (1890-1938) fue el periodista y escritor checo más destacado de su país durante el siglo XX. Publicó La guerra de las salamandras en 1936, por entregas, en un diario de Praga, aunque es sobre todo conocido por acuñar el término robot (por eso los lectores que visitan su tumba suelen dejarle un pequeño robot en ofrenda). Hacía tiempo que tenía curiosidad por esta novela, sobre todo después de las nuevas ediciones en castellano que me rondaban por la librería, y como pasé unos días en Praga decidí llevarme a un autor de de la ciudad para amenizar las esperas en los aeropuertos. Me ha gustado mucho la prosa de Capek, divertida, satírica, inteligente y profundamente humana, con un toque de tristeza por la situación real que estaba viviendo: cuando empezó a publicar su novela por entregas, el imperialismo alemán ya amenazaba la precaria paz europea.
La guerra de las salamandras es una novela de ciencia ficción, pero también una historia contra el imperialismo, el colonialismo, el fascismo y el tráfico de esclavos. Tuvo un éxito inmediato en cuanto se publicó, pero Alemania presionó para que no se premiara a Karel Čapek pues les parecía mal tanta admiración a un declarado anti-fascista. Y, seamos sinceros, en 1936 ninguna potencia estaba por la labor de pararle los pies a Alemania.
Pero esta también es una historia sobre la estupidez humana y hoy en día puede leerse como una metáfora sobre la destrucción de nuestro planeta con el beneplácito de políticos y empresarios. Los humanos somos tan idiotas que alteramos ecosistemas para su explotación económica sin reflexionar sobre los daños a largo plazo. Solo a unos imbéciles se les ocurre armar con explosivos, maquinaria y tecnología bélica a una raza de salamandras gigantes, que triplican su población cada seis meses (recordad que ya no tienen depredadores naturales), y ponerlos a trabajar a su servicio. ¿Por qué? Porque cuando una especie tan autodestructiva como la humana descubre a otra especie o la aniquila o la esclaviza hasta su extinción. El problema es que las salamandras superan en millones la población humana, y cuando necesiten más océano y más costa estarán perfectamente armadas para destruir tierra continental.
Čapek cuenta toda esta historia con mucho sentido del humor, a veces un poco negro, y con voluntad de sátira. La crítica social, económica y política de la Europa de 1936 está ahí, clara y sin ambages, y señala problemas que han sobrevivido hasta nuestros días (fascismo, xenofobia, misoginia, explotación humana, crueldad animal…) porque seguimos siendo la misma especie autodestructiva de 1936, solo que con más tecnología para poder continuar aniquilando al Planeta y a nosotros. Y atención porque también hay crítica para la educación, el sistema educativo, y una reflexión sobre la capacidad de destrucción que tiene el término «civilizar».
Lector, una sátira que sigue siendo tan veraz y brillante en 2019 como en 1936. Qué pena.
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Se quedó a gusto cuando la escribió… Se ve muy interesante, pero no creo que me anime en esta ocasión.
Besotes!!!
Es cierto que es una lectura que al principio requiere paciencia y si no sintonizas bien con el humor del autor pues igual no te gusta. A mí sí que me ha gustado mucho :-) Besos.
Estoy de acuerdo en que nuestra torpeza tiene límites insospechados pero la verdad es que me da mucha pereza este tipo de lecturas. No es que no quiera ver la realidad, es que quiero ver más cosas y necesito que no me estén contando la verdad todo el tiempo.
Me parece interesante pero prefiero otro tipo de lecturas.
Fíjate que a mí me ha recordado, salvando las distancias, a «La invasión de las bolas peludas» que reseñé hace poco; seguramente porque en ambos libros se utiliza el humor y la ciencia ficción para sacar a relucir la estupidez y la codicia humanas de manera fácilmente visible para todos los lectores. Son ficciones con más verdad que la realidad. Pero entiendo lo que comentas sobre «descansar» en otro tipo de lecturas, a mí me pasa a menudo, ya lo sabes. Besos.
Con este libro me pillas totalmente, ni idea de su existencia (veo que está editado por Gigamesh). Los humanos como especie no tenemos solución, da igual que pasen cien años que pasen mil. Estamos defectuosos por definición, y nos lo llevamos todo por delante. Así que no me extraña nada que todo lo que se cuente en este libro sea totalmente aplicable a nuestro presente (y futuro, y requetefuturo…). Apuntado queda.
¡Besote!
Como le comentaba a Norah, siempre me sorprende que la ficción (en este caso la ciencia ficción) a menudo señale con más claridad las verdades humanas que la propia realidad, donde suelen solaparse bajo capas de intereses. Y eso es una de las cosas que más me ha gustado de esta novela. Me la llevé a Praga porque el autor es de allí y me pareció un clásico de la ciencia ficción estupendo y divertido, con mucho trasfondo histórico y humanista. Conocía el libro de visitar la librería de Gigamesh, a menudo lo veía en la mesa de novedades (se le cambió la portada), pero tengo este género tan abandonado… Besotes.
Esta vez no me lo llevo, me parece interesante y original, pero me apetecen otro tipo de lecturas ahora mismo.
Besos
Claro, es que la ciencia ficción es un género que nos cuesta ¿verdad? Al menos a mí, sí. Me tiene que apetecer mucho y tener un argumento que me haga tilín. La fantasía me convence en seguida, pero la ciencia ficción me cuesta más. Besos.
El trasfondo de la novela es atractivo, pero el que haya salamandras humanizadas de por medio, no me veo leyéndola. Aunque por tu reseña está claro que disfrutaste con su lectura. Besos.
Sí, el autor usa el argumento de las salamandras gigantes para poner en relieve la codicia humana y la estupidez. Me ha recordado un poco a «La invasión de las bolas peludas», pero en ambas novelas me temo que existe el componente de ciencia ficción ;-) Besos.
Hola guapa, la verdad es que es una pena que una novela escrita en 1936 realizando una crítica al sistema siga estando «vigente» hoy en día… No se si me animo, pero si tropiezo con ella me la llevaré.
Un besazo
Como historiadora me ha gustado muchísimo porque Capek observaba en primera fila la ambición alemana, el auge del fascismo y la xenofobia, y no se calló. Eran unos años peligrosos para vivir en Chequia y criticar a Alemania, pero ahí está la metáfora, bien clarita. Besos.
Esta vez no me lo llevo, no me llama mucho…
Besos
Creo que te gustará más el de «Los archivos de van Helsing» ;-))) Besotes.