Ambrosio es el abad más famoso de Madrid. Sus prédicas son legendarias, su piedad e inspiración moral, admirables, y todas las señoras de la ciudad desean tenerlo como confesor y padre espiritual. Esperando uno de sus sermones, Lorenzo de Medina se queda prendado de la bella Antonia, una joven que ha llegado a la ciudad para solicitar la protección de su pariente Raimundo, marqués de las Cisternas. Lorenzo, que conoce a Raimundo, se ofrece a hacer de intermediario entre ambos parientes, seguro de que el amable corazón de su amigo no pondrá ninguna traba a acoger bajo su protección a la hermosa doncella. Sin embargo, cuando más tarde se encuentra con el marqués, Lorenzo escucha, asombrado, una extraña y romántica peripecia que involucra el destino y la vida de su hermana Inés y de su amigo. Pero mientras estos dos caballeros unen fuerzas para enfrentarse con la terrible priora de Santa Clara, muy cerca de allí, tras los muros del monasterio, el abad Ambrosio es sometido al asedio de una tentación tan terrible y demoníaca que podría llegar a dictar el destino de los dos jóvenes amigos y sus damas.
«¿Sois, entonces, amigo de Dios en este instante? ¿No habéis quebrantado vuestros compromisos con él, no habéis renunciado a su servicio y os habéis abandonado al impulso de vuestras pasiones? ¿No estáis tramando la destrucción de la inocencia, la ruina de una criatura a quien formó él con el molde de los ángeles? Si no es la de los demonios, ¿de quién es la ayuda que invocáis para ejecutar vuestro loable propósito?«
Matthew G. Lewis (Londres, 1775 – Monterrey, 1818), hijo de un embajador, fue terrateniente, escritor y diputado británico que pasó algunos años de su juventud residiendo en Centroeuropa donde se familiarizó con la literatura de Goethe y el romanticismo de la época. Fascinado por la lectura de Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe, se lanzó a escribir El monje, manuscrito que terminó en pocas semanas y que publicó de manera anónima en 1796. Tenebroso y muy atrevido para la época por la ligereza con la que trata la moral eclesiástica y las abundantes escenas de lujuria, corrupción y apostasía, tuvo un éxito inmediato y Lewis no tardó en declararse autor de la obra. El libro fue acusado de ser blasfemo y obsceno, y Lewis fue llevado a juicio por su autoría, pero todo eso solo consiguió aumentar las ventas de El monje y que el libro se volviese mucho más popular. Lo cierto es que a los lectores de este siglo nos sigue sorprendiendo la valentía de Matthew G. Lewis al escribir una novela sobre la repugnante corrupción de curas y monjas, sin ahorrarnos escenas de lujuria o afirmaciones tan escandalosas como que la biblia es una lectura indecorosa que instruye a las jóvenes en el sexo mejor que cualquier burdel, que una fachada de santidad no siempre esconde un corazón virtuoso o que la educación en monasterios y conventos corrompe a las almas más buenas y puras.
El monje es una novela gótica que me ha recordado mucho a El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole, en las tramas amorosas de los cuatro protagonistas más jóvenes. La primera mitad de El monje es una novela divertida, aliñada con aventuras caballerescas de finales del siglo XVIII y romances de muchachas que se desmayan, como la protagonista de Los misterios de Udolfo; excepto por la línea argumental protagonizada por el abad Ambrosio que es terrible, obscena, brutal, demoníaca y repugnante de principio a fin y, sin duda, la más sorprendente por la soltura con la que Lewis habla de la maldad y falta de escrúpulos de los eclesiásticos católicos para fornicar, mentir o asesinar. La novela no destaca por la exquisitez de una prosa (atención al exceso de adjetivos acabados en «mente» o las iteraciones, por ejemplo) que a menudo se vuelve apresurada y vacilante, ni por la habilidad del autor en ensamblar las diferentes escenas y circunstancias de los personajes, pero es cierto que se trata de una obra de juventud, apasionada y muy romanticista, perteneciente a un género gótico que todavía estaba estableciendo sus bases. Pero en su conjunto, es una novela que conjuga aventura clásica y terror con un punto sobrenatural y que, aunque se vuelve muy oscura en su segunda mitad, resulta entretenida y sorprendente para su época. La construcción del personaje de Ambrosio y su progresiva bajada a los infiernos es extraordinaria, así como los diálogos alrededor de la ética religiosa de este personaje con Matilde y sus debates sobre el bien y el mal y la debilidad humana. Estoy segura de que cuando Matthew G. Lewis se reunía en Suiza con sus amigos Lord Byron y Percy B. Shelley, se echaban unas risas con el alboroto que debió causar El monje entre la sociedad británica más conservadora.
Lector, una novela peculiar y sorprendente para su época, buen ejemplo de los inicios de la novela gótica.
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Qué gran lectura; ahora me han entrado ganas de releerlo. :) Pero antes tendría que ponerme con «El castillo de Otranto», que lo tengo por aquí y, si no me equivoco, es muy cortito (es que ahora dudo de si tengo una versión abreviada). Buena reseña, ¡besos!
Ay, sí, pues primero «El castillo de Otranto», que, como bien dices, es cortito y me parece que te va a resultar muy divertido. Está considerada la primera novela gótica, así que ya verás que tiene sus cosas, pero si te gusta, me parece que disfrutarás mucho de «El monje». Ya me contarás. Besos.
El personaje de Ambrosio es brutal. Este libro lo he leído dos veces y la segunda vez lo disfruté incluso más que la primera. Muy bueno.
Besotes!!!
Ostras, lectura y relectura, Margari, sí que lo has disfrutado, sí. Esta era la primera vez que lo leía y no sabía que me iba a encontrar, ha sido toda una sorpresa. Y sí, el personaje de Ambrosio está muy bien construído y su bajada a los infiernos morales es impresionante. Besos.
Hola Mónica, no sé si esta novela me llama lo suficiente para ponerme con ella… tendré que madurarlo porque con todo lo que tenemos acumulado… jeje…
Un besazo
Pues como le decía a Rosa, quizás te apetezca primero probar con «El castillo de Otranto» y si ves que te atrapa pues ya sabes que «El monje» va por esos derroteros. Lo digo porque «El monje» es bastante tochete e igual te tire para atrás. Ya me contarás. Besos.
Hola. A mí me impactó muchísimo más, lo pasé fatal con los tejemanejes del Ambrosio y te has dejado a la cabrona de la monja jefa, es que no me acuerdo si era la Superiora pero vaya. Es muy, muy, chungo lo que cuenta y las apariciones nocturnas, ansinatos.
Está claro que Lewis escribió lo que le salió de la mismísima pluma, quién dijo miedo cuando ya no había hogueras.
Me ha hecho mucha gracia esa escena que propones de Shelley, Byron y este tipo en pie a fiesta echándose unas risas. Lo veo.
Yo creo que me tenía tan enganchada que no me acuerdo de lo que dices de los «fallos», pero por ser tú, te creo.
Besos
Me acuerdo de tu reseña, sobre todo de lo que comentas, de que Ambrosio y la madre superiora te pusieron los pelos de punta. Tienes toda la razón, la maldad de esos dos personajes es escalofriante y contrasta con lo divertidas que resultan las aventuras de caballería y amoríos de los jóvenes nobles. Eso sí, la valentía de Matthew Lewis de denunciar así la maldad que cobijan los eclesiásticos tras los muros de conventos y abadías es para quitarse el sombrero. Besos.
Aun sin considerarla perfecta, como indicas, ¡qué buenos ratos me hizo pasar este novelón! Me lo pase pipa, me sorprendió muchísimo lo encontrado, y aunque tuvo partes que me convencieron más que otras, en cómputo me pareció un libro atrevido, valiente y muy disfrutable. Y, por supuesto, impactante!!! jejeje qué cosas pasan… Ya te digo que se tendrían que echar unas risas con el revuelo ocasionado, que no sería pequeño (y no lo fue).
En fin, un libro curioso. Me encantó la experiencia con él.
Un abrazo.