En 1918, el alemán Fritz Haber fue declarado criminal de guerra por asesinar en masa a las tropas enemigas con su gas de cloro durante la Primera Guerra Mundial. Su esposa, que lo acusó de pervertir la ciencia por haber creado un método para exterminar humanos a escala industrial, se suicidó por la falta de remordimientos de su marido tras la masacre de Ypres. Fue en Suiza, donde huyó perseguido por la justicia tras la guerra, donde Haber recibió el Premio Nobel de Química por un descubrimiento que salvaría a la especie humana de las hambrunas masivas: había patentado un método para extraer nitrógeno del aire, el principal elemento que hace crecer las plantas. Su hallazgo solucionó la escasez de fertilizantes en el planeta y permitió la explosión demográfica humana de 1,6 a 7 millones de personas. Sin embargo, Haber llevó más allá su invento con el nitrógeno, desarrollando un potente pesticida que preservaba las cosechas, pero que también mejoró la pólvora y el armamento alemanes y derivó en el gas Zyklon, el mismo que los nazis utilizaron en la Segunda Guerra Mundial para gasear personas en los campos de concentración. Fritz Haber, de origen judío, murió en 1934 sin saber que se usaría para tales fines. Entre sus pertenencias, se encontró una carta dirigida a su difunta esposa en la que reconocía sentirse muy culpable; pero no por haber matado a millones de personas de una manera espantosa a lo largo de toda su vida, sino porque estaba convencido de que su método para extraer nitrógeno del aire multiplicaba el desarrollo vegetal monstruosamente, de manera que él calculaba que, en unos años, las plantas se harían con la supremacía del planeta y ahogarían cualquier otra vida en medio de un verdor terrible.
«Uno de los componentes del elixir de Dippel fue lo que acabó produciendo el azul que adornaría no solo el cielo de La noche estrellada de Van Gogh y las aguas de La gran ola de Kanagawa de Hokusai, sino también los uniformes de infantería del ejército prusiano, como si hubiera algo en la estructura química del color que invocara la violencia, una sombra la mácula esencial heredada de los experimentos del alquimista, quien despedazó animales vivos y ensambló sus partes en horribles quimeras que intentó reanimar con electricidad, monstruos que inspiraron a Mary Shelley a escribir su obra maestra, Frankenstein o el moderno Prometeo, en cuyas páginas advirtió sobre el avance ciego de la ciencia, la más peligrosa de todas las artes humanas.«

Benjamín Labatut nació en Rotterdam en 1980, pero vive en Chile desde los catorce años y hasta la fecha toda su producción literaria y periodística ha sido publicada en español. Un verdor terrible es un libro de relatos de ficción novelada o de ensayo literario, difícil de clasificar. Labatut aborda en cada capítulo un episodio trascendental de los descubrimientos científicos más importantes de la primera mitad del siglo XX ligado a la biografía novelada de sus protagonistas. Mi preferido es el primero, Azul de Prusia, en el que Labatut relaciona magistralmente, en una cadena de causas, consecuencias y casi casualidades, los usos de cianuro, los criminales nazis, Rasputín y Frankenstein con una narración fascinante y poblada de monstruos.
Avisa Labatut que el resto de relatos contienen más ficción que Azul de Prusia —creo que por eso es mi favorito, porque el autor no da rienda suelta a su imaginación sino que consigue un ensayo científico-histórico con mucho carisma— y pide disculpas por la cantidad de locuras y psicosis que añade a la vida de algunos físicos. Los relatos sobre los avances en física y mecánica cuántica de Schrödinger, Haber o Heisenberg a menudo se vuelven delirantes en Un verdor terrible, permaneciendo en la oscuridad la comprensión de los mismos para quienes no sabemos de ciencia, y dejando tras de sí la sensación de que los grandes cerebros científicos del siglo XX estaban muy locos. Es un libro difícil de reseñar por su originalidad y su rareza literaria, pero sin duda lo recomiendo para los lectores más curiosos o para los que deseen disfrutar de un ensayo literariamente peculiar.
Lector, ¿qué tienen en común Mary Shelley y el Azul de Prusia?
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Hola Mónica, la verdad es que salvo el primer relato, que como dices parece más basado en la realidad, los demás no me llaman la atención. Así que este le dejo pasar y me dedicaré a las múltiples lecturas que tengo pendientes.
Un besazo
A veces nos alegramos de no sentirnos tentadas por las novelas de las que nos hablan las compañeras de blog, ¿eh? Jajajaja. No es por nada, es que tenemos tanto esperando en la estantería… Un besote.
Una rareza, desde luego pero engancha mucho lo que cuentas y deja con ganas de más. No conocía a este autor pero lo tengo en cuenta. Gracias, Mónica por la recomendación. Besos.
El primer capítulo, el del Azul de Prusia, te deja ojiplática. Labatut noveliza con mucha maestría hechos histórico-científicos que a menudo nos pasan desapercibidos y son parte destacada de nuestro legado. Besos.
Realmente es uno de los libros que más me sorprendió al entrar en tu blog, por supuesto que lo agendo, un tema algo fuera de lo comun pero que sin dudas atrae y es más que interesante.
Tampoco sabía nada acerca del autor, siempre aprendo algo cuando entro por aquí :).
Besos y abrazos Monica!.
Pues me pasa como a ti, que no conocía de nada al autor, pero vi el libro recomendado en la biblioteca, leí que iba sobre ciencia a lo largo de la historia y allá que me lo llevé. Pero sí, es una lectura muy excéntrica. Besos.
Esta vez no me animo, que no creo que lo disfrutara.
Besotes!!!
Es una lectura peculiar, no me atrevo a recomendarla con insistencia porque sé que no es sencilla. Pero si te gusta la ciencia y su relación con la historia seguro que la disfrutas (o parar regalar). Besos.
Hola, Mónica:
Lo tuve un tiempo en el punto de mira, pero lo he medio descartado porque esperaba que hubiera menos ficción. De todas formas, quizá lo acabe hojeando :-)
Un beso.
Pues lo de que entrelazaba ficción con la verdadera vida de los físicos (excepto en el primer capítulo) no lo supe hasta que leí la nota del autor al final del libro. Eso me pasa por no tener ni idea de física ni química, jajajajajaja. Besos.