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Mi propio asesino, de Richard Hull
Al joven abogado Richard Sampson no le cae especialmente bien uno de sus clientes, Alan Renwick. Pero cuando Renwick aparece de madrugada en su piso diciéndole que ha asesinado a su criado y que necesita ayuda, Sampson toma la decisión de esconderlo a cambio de sacar tajada económica de la situación y bajarle los humos al muy cretino. A medida que pasan los días, el maldito Alan, egocéntrico y hedonista, se le empieza a hacer insoportable y el abogado decide urdir un plan para quitárselo de encima. La trama se complica cuando dos de las amiguitas de Renwick se meten por medio para ayudar a su pobre y querido Alan y, para más inri, el inspector Westhall resulta ser un hueso duro de roer. Sampson tendrá que recurrir a todo su ingenio para salir airoso, sacar beneficio y alejarse de su insoportable cliente.
«—Es una pena que mi educación haya sido tan excelente que no pueda ganarme la vida. ¿No podría quedarme tranquilo en algún sitio y ganarme la vida escribiendo? No tendría que aparecer en ningún sitio y parece una ocupación bastante fácil… todos los tonto lo hacen.
—Y ¿sobre qué te gustaría escribir? ¿Sobre arte persa? (…)
—No, sobre arte persa no. Sobre algo más fácil. Novelas policíacas o alguna tontería por el estilo.«

Richard Henry Sampson (Londres, 1896-1973), conocido como Richard Hull, publicó El asesinato de mi tía, su primera novela, en 1934, a la que siguieron otros éxitos policíacos y de misterio. Héroe de guerra, consultor del Almirantazgo y asistente personal de Agatha Christie en la dirección del Detection Club, las historias de Hull destacan por su ingeniosos giros argumentales. En 1940 publicó, también con el seudónimo de Richard Hull, Mi propio asesino, y le puso su propio nombre personaje protagonista del abogado que narra la historia en primera persona, muy en línea con el humor negro —a veces un pelín escalofriante por la inmoralidad de los personajes— del que hace gala esta novela.
Mi propio asesino es un thriller protagonizado por sociópatas, psicópatas, ególatras y demás personajes trastornados, que viven aparentando una humanidad de la que carecen. Se trata de una novela negra original, con toques de humor negro, en la que a nadie parece importarle que una persona haya sido asesinada. Nada de culpa, ni remordimientos. ni espanto por el crimen cometido, solo quejas por la incomodidad de huir de la policía y planes cada vez más descabellados para despistarla. Narrada con el pulso firme de Richard Hull, Mi propio asesino mantiene la tensión y el suspense desde la primera hasta la última página pese a que los lectores sabemos desde el principio quién es el asesino (y apenas aguantamos el deseo de que le den su merecido). De ritmo sostenido, personajes odiosos y planteamiento mefistofélico, esta es una novela que sorprende por su inteligente estructura, por la psicología y la moralidad con la que juega el autor y por un desenlace que a mí me ha parecido genial. La traducción de Leonor Saro es estupenda.
Lector, una novela en la que todos los personajes son tan espeluznantes como su crimen.
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El enigma del gato grande, de Elizabeth Peters
La egiptóloga Amelia Peabody y toda su familia vuelven a reunirse en El Cairo para iniciar otra campaña de excavación en el Valle de los Reyes. Corre el año 1903, el joven Howard Carter trabaja en la tumba de Hatsepshut y Gaston Maspero es el director del Servicio de Antigüedades. Amelia y su marido, el arqueólogo Archibald Emerson, también llamado por los egipcios Padre de las Maldiciones por su temible carácter y su facilidad para gritar palabrotas, están deseando ponerse manos a la tumba. Pero la extraordinaria fama de la pareja va a complicarles un poco las cosas: la señora Fraser, una antigua conocida, les pide ayuda para espantar al espíritu de la princesa egipcia Tasherit, y el coronel Bellingham y su odiosa hija Dolly no hacen más que estorbar con sus intrigas y sospechas sobre un posible peligro. Por si fuese poco, Amelia empieza entender que si sus hijos ya se metían en líos cuando eran pequeños, ahora, a punto de convertirse en adultos, se van a arriesgar muchísimo más. Cuando una momia rubia aparece en una tumba inexistente según los registros arqueológicos, Amelia no cejará hasta resolver el misterio por mucho que su familia se empeñe en disuadirla.
«Cuando el Amelia maniobró para acercarse a la costa, mi corazón latió aceleradamente con expectación y una sensación de regreso al hogar. Siempre sucedía lo mismo, pero siempre era diferente: la suave luz dorada en las colinas y las sombras de un malva difuso. Estaba cayendo el crepúsculo. Durante los últimos kilómetros nos deslizamos sobre aguas matizadas de carmesí y oro que reflejaban la puesta de sol. A través del río, las ruinas de los templos de Karnak y Luxor brillaban débilmente en el ocaso, y entre ellas destellaban las luces de la ciudad moderna.«
La imagen es de Mrs Hurst, de Las inquilinas de Netherfield, que me la ha prestado con su generosidad y amabilidad habituales
Elizabeth Peters es el seudónimo de la escritora estadounidense Barbara Mertz (1927 – 2013), doctorada en Egiptología por la universidad de Chicago y doctora honoris causa en Humanidades por el Hood College. El enigma del gato grande es la novena entrega de la saga de novelas de misterio protagonizadas por la egiptóloga Amelia Peabody, una inglesa indomable, inteligente y testaruda que además de trabajar en los yacimientos más fascinantes del Egipto de finales del siglo XIX y principios del XX, resuelve crímenes y enigmas con un sentido común y una valentía asombrosas. Me compré esta novela de segunda mano porque me la recomendó MH de Las inquilinas de Netherfield: ella la había leído y reseñado para su Reto Egipto en la Literatura y se lo había pasado en grande. Me ha parecido de lo más entretenida y divertida, por no mencionar el encanto de encontrar entre estas páginas personajes reales como Howard Carter y yacimientos y hallazgos arqueológicos del Egipto de la época.
El enigma del gato grande puede leerse sin ninguna dificultad pese a formar parte de una saga y no tratarse del primer título. El único problema es que en seguida te quedas prendada de Amelia y de toda su familia y te entran muchas ganas de leer los libros anteriores para saber cómo conoció a Emerson o qué aventuras vivieron los hijos —adoptivos y propios— cuando eran más jóvenes. Se trata de una novela de misterio clásico, muy bien ambientada en el Egipto de 1903 y en sus yacimientos europeos, con una estupenda documentación sobre egiptología y arqueología, divertida, con un toque romántico y muy entretenida. Los diálogos son rápidos, van al grano, caracterizan muy bien a cada uno de los personajes (apenas necesitas acotación para saber quién ha dicho qué) y brillan con cierto sentido del humor. Resulta muy simpático que una autora norteamericana haya sabido captar tan bien la esencia de una protagonista tan rematadamente británica como es Amelia Peabody y que, en esta novela, los más antipáticos y desagradables sean los estadounidenses. Elizabeth Peters es ingeniosa, mantiene bien el ritmo de la narración y ha sabido darle una vuelta de tuerca muy carismática y divertida a las novelas de misterio clásico del siglo pasado.
Lector, la saga de novelas que a Agatha Christie le hubiese encantado leer antes de irse a dormir cuando estaba de excavaciones con Max Mallowan.
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Sweeney Todd. El collar de perlas, de James Malcolm Rymer y Thomas Peckett Prest
En la calle Fleet del barrio londinense del Temple, un barbero llamado Sweeney Todd todavía afeitaba a sus clientes por tres peniques a finales del siglo XVIII. Los despachaba en un santiamén, limpiamente y sin quejas. Un día, el teniente de marina Thornhill y su perro Héctor llegan a Londres con la misión de entregar un collar de perlas a una dulce joven llamada Johanna Oakly. La joya perteneció a su enamorado, el desaparecido Mark Ingestrie, quien dejó en manos de Thornhill la misión de llevar el collar a la muchacha en caso de no sobrevivir a un terrible naufragio. El teniente entra en la barbería de Sweeney Todd para arreglarse antes de cumplir su deber con la dama… Y ya no vuelve a saberse nada más de él. El coronel Jeffrey, que aprecia en grado sumo a Thornhill, inicia una investigación alrededor de la desaparición de su colega, su perro y el collar, que lo llevará a descubrir, con ayuda de un eficiente magistrado, la más espantosa y terrible trama sangrienta del Londres de 1785.
«Y sí, era un gran misterio, porque aun admitiendo que Sweeney Todd fuera un asesino —y hay que tener en cuenta que, por ahora, solo disponemos de pruebas circunstanciales de ello—, no podemos formarnos una conclusión, basada exclusivamente en indicios, acerca de cómo habría perpetrado los crímenes o de qué manera se podría haber deshecho de sus víctimas (…) pues si era verdad que dejaba a su paso un reguero de cadáveres, no lo sería menos que encontraba el modo más expeditivo de librarse de ellos con la mayor alevosía.«
Aunque ambientado en 1785, El collar de perlas es un penny dreadful (novelas sangrientas sensacionalistas a un penique el capítulo) que fue publicado por vez primera por entregas en el semanario The People’s Periodical and Family Library entre 1846 y 1847. El propietario de esta revista era Edward Lloyd, un empresario con pocos escrúpulos que solía fusilar las obras de autores famosos y publicarlas con seudónimos —llegó a publicar por entregas una mala copia de Charles Dickens titulada, con todo descaro, Oliver Twiss, entre otros muchos plagios—, pero que finalmente se especializó en los penny dreadful. En el postfacio de Alberto Chesa de esta edición de La biblioteca de Carfax, se nos avisa de que la autoría de El collar de perlas no está clara, pues Lloyd solía trabajar con un equipo de redactores que escribían a cuatro o a veinte manos la sensation novel de turno, y que muchas veces ni siquiera se leían entre ellos para continuar la historia o desarrollar los mismos personajes o subtramas. Sin embargo, parece bastante seguro que James Malcolm Rymer y Thomas Peckett Prest (autores de Varney, el vampiro) tuvieron mucho que ver en la escritura de esta historia.
La historia del siglo XVIII sobre el barbero asesino y los pastelillos de carne humana es una famosísima leyenda urbana del Londres más truculento y oscuro. Nosotros la conocemos porque toda la literatura británica del siglo XIX y posterior se hace eco a menudo y por sus —muy poco fieles— adaptaciones cinematográficas y teatrales más recientes. Probablemente, El collar de perlas es uno de los primeros intentos (al menos, que haya llegado a nuestros días) de poner por escrito esta leyenda urbana. Rymer y Peckett juegan con la complicidad de un lector que ya conoce la escabrosa historia de Sweeney Todd, la calle Fleet y los pasteles de la señora Lovett, y se apoyan en ese mutuo entendimiento para deleitarnos con una narración socarrona, salpimentada con mucho humor negro, diálogos geniales, personajes espeluznantes y un montón de dobles y triples sentidos. Es una novela por entregas con abundantes fallos de trama, incoherencias y personajes sin continuidad —seguramente producto de haber sido escrita por más de una persona que no se leía lo que redactaba la otra—, pero gana muchísimo si se lee al alimón con una buena amiga y con un conocimiento previo de la leyenda del barbero asesino. A mí me ha parecido divertidísima, por momentos brillante por su socarronería, el estilo narrativo y los dobles sentidos de sus diálogos, pero sobre todo me ha encantado conocer la primera versión escrita de esta leyenda urbana londinense.
Lector, te la recomiendo si la lees con alguien más para comentar y reírte. No importa si ya has visto la película o la obra de teatro porque no se parecen en nada: esta versión es anterior.
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El corazón de la bruja, de Genevieve Gornichec
Vanires y aesires la han obligado a transmitir su conocimiento de la magia. Su recompensa ha sido ser quemada tres veces por los crueles dioses de Asgard. Se ha escapado de la hoguera y vive escondida en el Bosque de Hierro, pero todavía no recuerda quién es. Hasta que Loki llega en su busca, para devolverle el corazón y preguntarle su nombre. Ella es Angrboda, la bruja del bosque de Hierro, quien una vez fue Gullveig y también la Bruja Madre de los nueve mundos. Solo quiere vivir tranquila en su bosque y cuidar de su familia, pero Odín sigue buscándola y la profecía del Ragnarok amenaza con exterminar todo aquello que alguna vez amó su corazón devuelto.
«—No podemos controlar lo que la gente pensará de nosotros dentro de mil años. ¿Y qué son mil años para nosotros? Puede que los humanos recen a Odín y a Thor, e incluso a Skadi, pero toda esa gente acabará muriendo, ya sea en una batalla, por enfermedad o debido a la vejez. Y entonces, ¿qué ocurrirá con esas historias?
—Las personas mueren. Pero las historias permanecen, tanto en forma de poemas como de canciones. Historias sobre sus hazañas. Sobre sus dioses —Loki se separó de ella, enfadado— ¿Por qué a mí no me adoran como a todos los demás? ¿Qué son los dioses si nadie los adora?«
Genevieve Gornichec es una historiadora norteamericana especializada en la cultura vikinga. El corazón de la bruja es su primera novela, una historia sobre la mítica bruja inmortal Angrboda, su relación con Loki, y la profecía del Ragnarok. La autora advierte, en las páginas finales del libro, sobre su interpretación del personaje de Angrboda, que aparece mencionado en las Eddas como esposa de Loki y madre de Hel, Fenrir y Jörmungandr. Gornichec decide aunar en este fascinante personaje las identidades de Hyndla, Hyrrokkin, Gullveig y Heid pues, muy probablemente, se tratase de la misma poderosa giganta conocedora del seidr.
Empecé a leer El corazón de la bruja sin saber demasiado bien qué me iba a encontrar y con la sensación de que sería una novela young adult de fantasía, al estilo de la Circe de Madeleine Miller. Y no. Nada que ver. El corazón de la bruja es una recreación de los mitos nórdicos, en concreto del tiempo inmediatamente anterior al Ragnarok y del mismo fin de los nueve mundos, desde el punto de vista y la voz de la giganta Angrboda, madre de todas las brujas. Con una prosa sobria, elegante y maravillosa, Genevieve Gornichec va tejiendo despacio y con una belleza oscura y terrible esta historia de la caída de los dioses de Asgard y de aquello que logró superarlos en poder y eternidad: el amor de una madre por su hija y el deseo de protección de un padre por su hijo. La primera parte de esta novela es pausada, hechizante, y la segunda, rápida y terrible; su final es conmovedor y espectacular. Pero a medida que van pasando los días desde que terminas este libro y lo cierras, reconoces que no ha sido una lectura mitológica más y su poderoso mensaje, el eco de su divinidad, la voz de su implacable pero infinitamente protectora protagonista, se queda contigo y te recuerda que incluso la memoria de los dioses de desvanece si su historia no se pone por escrito. Nada es eterno, ni siquiera los dioses, excepto el amor materno.
Lector, para disfrutar de la mitología vikinga de la mano de una protagonista extraordinaria.
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