Laura Willowes vive feliz y libre en la casa familiar de Somerset con su padre. Sus hermanos mayores se casan, uno se trasladada a Londes y otro se queda para continuar el negocio del padre, pero nada cambia para Laura pues todos están demasiado concentrados en sus propias vidas como para preocuparse por darle una educación o un marido. Pero cuando su amado padre muere, Henry, su hermano mayor, decide que Laura debe vivir bajo su protección y echar una mano con sus sobrinas. Y es entonces cuando se convierte en la tía Lolly, un ser gris, invisible, inútil y anodino que no encaja en ningún lugar. Hasta que una noche, Lolly por fin entiende la llamada y sabe que solo viviendo de nuevo en la campiña, sola y lejos de todos los Willowes, volverá a sentirse libre y auténtica. Pero a principios del siglo XX, «La costumbre, la opinión pública, la ley, la Iglesia y el Estado: todos habrían dicho que no con sus cabezotas a la súplica de Laura, y la habrían hecho volver al cautiverio«.
«Pero es una modalidad de brujería doméstica de tres al cuarto, eso es lo que es la magia negra; y no es que la magia blanca sea mejor. Una no se convierte en bruja para ir por ahí haciendo daño, tampoco para ir prestando ayuda como una asistente parroquial montada en una escoba.«

Sylvia Townsend Warner (1893-1978) fue una novelista, poeta y musicóloga inglesa afiliada al partido comunista y conocida por su biografía de T. H. White y su novela de ficción Lolly Willowes, que me ha encantado. Ha sido todo un acierto leer Lolly Willowes después de La bruja, de Jules Michelet, porque me ha permitido reflexionar sobre los puntos comunes de la vida de las mujeres en Europa más allá de la brecha de los siglos que separan a ambos autores. Lolly Willowes se convierte en bruja porque eso es lo que ocurre cuando una mujer soltera se emancipa de todo y todos a principios del siglo XX, una semejanza que no puede ignorarse cuando se mira a las brujas medievales acusadas, precisamente, por ser distintas a lo que marcaba la iglesia, la sociedad, el Estado.
De Lolly Willowes he disfrutado la historia, la excentricidad de la narración, y su peculiar protagonista, pero también me ha gustado muchísimo la prosa de Sylvia Townsend Warner. Townsend escribe con un tono irresistible a medio camino entre el cuento de hadas tradicional y el engañoso ligero encanto de autoras inglesas como D. E. Stevenson o Josephine Tey. Elegante, un pelín burlona, a veces incluso poética, su prosa encierra un mensaje contundente y una perspectiva reivindicativa que destaca por su humanidad, su inteligencia y ese enraizarse en la naturaleza como un recordatorio de que el origen de toda bruja está en el bosque, en la búsqueda de libertad. Original, divertida y excéntrica (me ha recordado a Los que cambiaron y los que murieron, de Barbara Comyns), Lolly Willowes recoge la autenticidad de las brujas y el momento de cambio en la sociedad inglesa tras la Primera Guerra Mundial desde una perspectiva femenina que ansía reivindicarse y que todavía puede reconocerse en el cautiverio de siglos anteriores.
También te gustará: La bruja; Los que cambiaron y los que murieron; El fantasma y la señora Muir
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¿Pero por qué me haces esto? Vuelvo de vacaciones y ya me estás picando con un libro. Eso no se le hace a una amiga, jeje…
Pues nada ya lo estoy apuntando en la lista de deseos…
Un besazo
¡Jajajaja! Yo lo dejo por aquí, que me ha gustado mucho y las cosas buenas hay que compartirlas. Ha sido toda una sorpresa, no sabía demasiado bien qué me iba a encontrar y me ha encantado. Besos.
Voy a dejar de leer tu lista de recomendaciones relacionadas porque siempre me lías. La señora Muir. Eso es palabras mayores. La historia en sí, en cuanto al argumento no me resulta atractiva, en verdad, me cansa pero creo que el carácter del libro sí me gustaría, sobre todo por lo de burlona. Se ve que la va a liar. Por cierto, tengo la sensación de que antes sabían reivindicar de forma más elegante, eficaz y encima inteligente. Ahora es que van como a destruir y a mí eso me.provoca rechazo. He dicho.
Besos
Pues das justo en el clavo, el personaje de Lolly sabe declararse en rebeldía de una manera tan sutil que su familia no se da cuenta de qué está pasando hasta que ya la ha liado. Y en ese sentido me recordó a la señora Muir, que muy discreta y delicadamente hacía su santa voluntad en un momento en el que una mujer sin marido y sin padre tenía muy pocas libertades a su disposición. No digo más. Besos.