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El último asesinato en el fin del mundo, de Stuart Turton

Cuando una niebla letal que no deja nada vivo a su paso arrasa todo el planeta, lo que queda de la especie humana se refugia en una isla protegida por las barreras tecnológicas más avanzadas. Años después, los supervivientes han creado una sociedad utópica y tranquila, en la que todos colaboran y se aprecian mutuamente. La violencia, la ira, el egoísmo o la envidia han sido eliminadas de esa sociedad gracias al liderazgo de tres científicos, los Ancianos, y al control neuronal de una inteligencia artificial llamada Abi. Pero cuando una de las Ancianas aparece asesinada y Abi ha borrado la memoria de todos, Emory y su hija Clara serán escogidas como detectives para hallar al culpable. ¿Cómo investigar un asesinato en una sociedad en la que la capacidad humana para matar a sus semejantes ha sido erradicada?

«—Pensaba que, si Abi tenía el control, podría alterar la naturaleza humana desde dentro. No más egoísmo, ni avaricia, ni violencia. Por primera vez en la historia, seríamos un solo pueblo, actuando en armonía para el bien de todos.
Sus ojos brillan; el futuro se refleja en ellos. Al oírlo, Emory cree cada palabra, y se pregunta qué podría haber logrado esa persuasión en otro lugar, en un tiempo diferente.«

Stuart Turton es un escritor y periodista británico que tiene el don de reinventarse en cada nueva novela que publica. Si ya me dejó boquiabierta con el whodunit en bucle temporal de Las siete muertes de Evelyn Hardcastle, y me enroló a bordo de El diablo y el mar oscuro, con El último asesinato en el fin del mundo me ha vuelto a sorprender por su originalidad y su imaginación a la hora de presentarnos otro whodunit muy fuera de lo común. He disfrutado mucho de esta novela, leyéndola al alimón con MH y elaborando teorías locas que, en mi caso, nunca se acercaban ni lo más remoto a la solución de Turton. Pero no sabéis lo que me ha costado escribir la sinopsis de El último asesinato en el fin del mundo sin revelar nada de nada.

Esta es una novela de ciencia ficción, pero también de misterio policíaco porque, por mucha sociedad post-apocalíptica que tengamos, la trama principal va de encontrar al asesino de uno de los personajes. Sin embargo, la originalidad de Stuart Turton nos plantea el misterio en una sociedad en la que es imposible que se esconda un asesino y en la que resulta más que improbable encontrar algo parecido a una detective. En tiempo presente de indicativo, la —poco fiable— narradora de esta historia es Abi, una inteligencia artificial capaz de leer los pensamientos de todos los personajes y de hablar con ellos en su cabeza. Una narradora, pues, omnisciente y que ha mapeado todos los futuros posibles, por lo que, a diferencia del lector, sabe lo que pasó, lo que pasa y lo que pasará no solo en la isla sino en todo el planeta Tierra. De todas formas, ahí está lo genial de esta novela, en ir ordenando poco a poco la línea temporal de los sucesos criminales, en entender el funcionamiento y los misterios de esta isla post-apocalíptica y en alucinar muchísimo con lo que pasa por la cabeza de Turton. La dedicatoria, la nota final del autor y los agradecimientos son pura belleza. Mil gracias, señor Turton, deseando leer la próxima.

Lectora, para leer en buena compañía e ir elucubrando teorías sin acertar ni una.

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El gran robo del tren, de Michael Crichton

En marzo de 1854, Francia y Gran Bretaña le declaran la guerra a Rusia para evitar que se anexione la península de Crimea. A través de la magnífica red ferroviaria inglesa, el banco londinense Huddleston & Bradford gestiona el transporte de los lingotes de oro, que constituyen la paga de los soldados destinados en Crimea, encargándose de su seguridad y custodia hasta su entrega en Francia. Las cajas de seguridad eran prácticamente inexpugnables y se precisaba hasta cuatro llaves para abrirlas, pues eran demasiado pesadas como para robarlas y todavía no se había inventado la dinamita para hacerlas saltar por los aires. Resumiendo: en 1854 era imposible asaltar el tren y robar el oro destinado a Crimea… o al menos parecía serlo hasta que el cerebro criminal victoriano Edward Pierce se propone llevarlo a cabo. Con un equipo de especialistas (cerrajero, escapista, vigilante, guardaespaldas y actriz) y una laboriosa investigación y preparación, en 1855, Pierce logró llevarse doce mil libras de oro de un tren en marcha.

«Edward Price abordó el delito con un auténtico desbordamiento de energías. Poco importa cuáles fueran sus fuentes de ingresos, o la verdad de sus antecedentes; una cosa es cierta: fue un ladrón magistral, que en el curso de los años había acumulado el capital suficiente para financiar operaciones delictivas a gran escala, convirtiéndose en lo que se denominaba un «organizador». Y hacia mediados de 1854 ya había desarrollado bastante el complicado plan que le permitiría ejecutar el robo más importante de su carrera. El gran robo del tren.«

Michael Crichton (1942 – 2008) fue un escritor y guionista estadounidense, con estudios universitarios de Antropología y Medicina, que estableció las bases del género literario llamado tecno-thriller y dio una nueva dimensión a la literatura clásica de aventuras, ciencia y suspense. Sus obras, traducidas a más de treinta idiomas y adaptadas al cine y a la televisión, siempre han gozado de una gran popularidad, pero quizás las más conocidas sean la saga de Jurassic Park y su serie televisiva Urgencias. Crichton publicó El gran robo del tren en 1975, basándose en la documentación, la prensa y el proceso judicial de los hechos reales acaecidos a mediados del siglo XIX en Inglaterra, y dirigió su adaptación cinematográfica —protagonizada por Sean Connery, Donald Sutherland y Lesley-Anne Down— en 1979.

Aunque basada en hechos reales y muy bien documentada, El gran robo del tren se lee como una trepidante novela de aventuras clásica rebosante de acción, emoción, suspense y ese tono socarrón que suele caracterizar a los protagonistas de Michael Crichton. El autor realiza una labor de documentación magnífica y nos sumerge totalmente en la época victoriana, en el Londres y la Inglaterra de mediados del XIX. Crichton le saca partido a la dramatización del robo, no solo mostrándonos una planificación espectacular y cinematográfica sino también un atraco lleno de tensión y riesgo. En sus manos, el personaje de Edward Pierce adquiere tintes heroicos, y escenas como la fuga de Newgate, la consecución de las llaves o el propio atraco a bordo del tren me han parecido de lo mejor que he leído en literatura clásica de aventuras y suspense. Es uno de esos libros que no puedes soltar.

Lectora, ojalá una editorial bonita volviese a editarlo porque está descatalogado.

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El asesinato del señor Wickham, de Claudia Gray

Emma y George Knightley han invitado a algunos amigos a pasar un mes en Donwell Abbey, pero quizás se les ha ido un poco de las manos. Knightley ha invitado a su buen amigo Darcy, a su esposa y a Jonathan, el hijo mayor del matrimonio. Y Emma, a Fanny y Edmund Bertram, primos lejanos, a los recién casados Brandon y a Juliet Tilney, la hija de su amiga Catherine. Para mayor complicación, Anne y Frederick Wentworth se hallan instalados en Donwell Abbey desde que la casa que habían alquilado, propiedad de Emma, está en obras por culpa del derrumbe de una escalera. La primera noche en la que todo el grupo se sienta a cenar en el bonito comedor de los Knightley, aparece por sorpresa un último e indeseado invitado: George Wickham. Desafiante y con menos escrúpulos que nunca, Wickham está allí para exigir el pago de una deuda demoledora a algunos de los presentes, para hacer chantaje a otros, y para restregarles por la cara a los Darcy el terrible duelo que amenaza con romper su matrimonio. A la mañana siguiente, Wickham aparece asesinado. Y todos en Donwell Abbey tenían motivos para desear su muerte.

«La muerte era la mayor de las preocupaciones del ser humano. Un baile, en cambio, no. Por lo tanto, sería sensato pensar que un baile apenas conseguiría distraer a aquellos en Donwell Abbey, ya que el asesinato sin resolver del señor Wickham les pesaba sobre los hombros. Pero nada con relación a un baile es sensato.«

Claudia Gray es el seudónimo de Amy Vincent, una escritora estadounidense de literatura young adult, autora de la conocida saga vampírica Medianoche. El asesinato del señor Wickham es la primera entrega de la saga de misterio protagonizada por Juliet Tilney y Jonathan Darcy (Mr. Darcy and Miss Tilney Mystery Series), dos jóvenes investigadores en la Inglaterra de Regencia. La saga continúa con The Late Mrs. Willoughby (2023) y The Perils of Lady Catherine de Bourgh (2024), aunque no han sido traducidas al castellano.

Somos muchas las lectoras prendadas de Jane Austen que sentimos debilidad por cualquier libro que lleve su nombre en el título o haga referencia al universo austenita. Sin embargo, a menudo, nos hemos llevado un buen chasco porque, como sucede con los grandes autores y autoras del siglo XIX, Austen es inimitable y rendirle homenaje y que salga bien no es sencillo. Por eso leer El asesinato del señor Wickham ha sido una sorpresa tan agradable: no solo es una novela de misterio muy entretenida y bien escrita —si no conoces la pluma de Claudia Gray te recomiendo que le pongas remedio— sino que me ha parecido la mejor novela-homenaje a los personajes de Jane Austen que he leído nunca hasta la fecha. Resulta admirable el respeto y la sensibilidad de la autora para retomar a los protagonistas de las novelas de Austen y darles continuidad más allá del día de sus respectivas bodas. Con un notable conocimiento y comprensión de los caracteres austenitas, sustentado en una coherente labor psicológica, Claudia Gray nos propone un posible futuro de los matrimonios más famosos de Austen. Y lo hace rematadamente bien. Aunque es cierto que su intención en esta primera entrega de la saga es introducir a sus jóvenes investigadores, Juliet Tilney y Jonathan Darcy (originales de Gray), es imposible no admirar su trabajo con los protagonistas de Orgullo y prejuicio, Persuasión, Sentido y sensibilidad, Emma y Mansfield Park, su rigurosa ambientación en la época de Regencia inglesa, su buen ritmo narrativo, su estupenda prosa (algo empañada porque a esta edición en castellano le hace falta una buena corrección) y el planteamiento del misterio del asesinato del odioso Mr. Wickham. Quizás porque Claudia Gray tiene su propio estilo y escribe de fábula y nos ahorra cualquier burdo intento de imitar a Jane Austen, esta novela resulta tan auténtica, divertida y simpática.

Lectora, un homenaje de lo más acertado y entretenido a algunos personajes austenitas más queridos… y a otros que no lo son tanto.

También te gustará: Orgullo y prejuicio; La abadía de Northanger; Persuasión; Mansfield Park; Emma

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La fiesta, de Margaret Kennedy

En el hostal rural Pendizack, en St. Sody, al norte de Cornualles, la familia Siddal intenta gestionar su negocio hotelero en tiempos de crisis. Ese verano, especialmente duro tras la Segunda Guerra Mundial, sus huéspedes son de lo más variopinto: una viuda avariciosa con sus tres hijas encantadoras, sir Henry con su glotona esposa y sus cuatro hijos espartanos, el insoportable reverendo Wraxton y su pobre y desquiciada hija, una escritora madura y su joven amante y un matrimonio mayor duramente marcado por la pérdida de su única hija. Los huéspedes se relacionaran con los tres jóvenes Siddal —dos estudiantes parásitos y un médico que se cree imprescindible—, sus disfuncionales padres, un chico para todo al que le encanta lo morboso, una criada a tiempo parcial que está recuperándose de la guerra y de un desengaño amoroso, y una mayordoma repugnante que no hace absolutamente nada más que envidiar a los otros. La tragicomedia sobrevuela a todos estos personajes en una cuenta atrás cada vez más perturbadora, pues un terrible accidente está a punto de segar algunas de esas vidas.

«A veces pensaba que quizás, simplemente, era una tristeza que ella misma llevaba a aquel lugar, donde tiempo atrás había sido una niña feliz, haciendo recados entre Pendizack y la casita de su padre sobre los acantilados. Porque la verdad era que había vuelto a casa con el corazón lleno de pena y el invierno había sido largo.«

Margaret Kennedy (Londres, 1896 – 1967) fue una dramaturga y escritora inglesa aclamada por el público y la crítica por su obra La ninfa constante (1924). Kennedy publicó por primera vez La fiesta en 1950, una novela etiquetada como misterio clásico, aunque resulta tan distinta del concepto que sorprende su clasificación. Esta es la primera vez que leo a la autora y aviso que La fiesta es mi mejor lectura de este año.

Dice la crítica literaria que La fiesta es un misterio clásico a la altura de las mejores novelas de Agatha Christie, Daphne du Maurier o P. D. James. Personalmente, entiendo la comparación con estas tres reinas de la literatura clásica (a mí también me las ha recordado en algunos planteamientos), pero lo cierto es que Margaret Kennedy brilla con un estilo propio muy personal y que La fiesta no es una novela de misterio convencional. Aunque parte de la premisa de que un acantilado se ha despeñado sobre un hotel y ha matado a siete de sus huéspedes —lo que ayuda a incrementar la tensión narrativa a medida que nos acercamos al final y queremos saber quiénes mueren—, se trata de una novela coral de personajes. Ambientada en septiembre de 1947, en un momento histórico en el que Inglaterra sufre las peores consecuencias socio-económicas de la Segunda Guerra Mundial (pobreza, escasez de recursos, cartillas de racionamiento, impuestos insoportables, Estados Unidos anuncia el fin de sus créditos blandos y el gobierno socialista londinense se ve del todo desbordado), todos sus personajes adultos han sido tocados por el terrible conflicto bélico, pero no todos son buenas personas con una sólida escala de valores. Kennedy maneja con maestría este punto de vista narrativo coral, que va cambiando de un personaje a otro con agilidad y ritmo, para mostrarnos (que no definirnos) cómo es cada uno de los protagonistas. De manera que, a media novela, los lectores ya tenemos nuestros favoritos (que deseamos que escapen indemnes del accidente mortal) y nuestros detestados.

La habilidad de Margaret Kennedy para construir personajes es admirable, se trata de una autora con un gran conocimiento de la naturaleza humana y de la psicología y su estilo narrativo, fluido, elegante, preciso, emocional, en La fiesta queda al servicio de todos estos caracteres tan realistas. Si bien la crítica literaria señala que la novela versa alrededor de la personificación de los siete pecados capitales, lo cierto es que también nos invita a reflexionar sobre cómo la Segunda Guerra Mundial trastocó Inglaterra y su estructura de clases sociales, sobre la catadura moral de las personas más allá de los valores religiosos, sobre los diferentes modelos de maternidad (atención a las cinco madres protagonistas) o sobre el papel de la mujer en Europa occidental tras la guerra. La fiesta es un clásico que impresiona por sus personajes, por el ritmo y la tensión narrativa, porque se queda contigo, y te invita a reflexionar, durante días después de haber cerrado el libro, y por la inteligencia y la sensibilidad de Margaret Kennedy.

Lectora, inolvidable.

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Los Radley, de Matt Haig

Helen y Peter Radley son un matrimonio con dos hijos adolescentes, Rowan y Clara, que se han mudado a un pueblecito en el norte de Inglaterra. Aparentemente, son una familia normal de clase media, bastante aburridos y con aficiones de lo más comunes. Pero detrás de las cortinas de su bonita casa, la intimidad de los Radley es de todo menos normal: Peter siente unos extraños deseos por el cuello de su vecina, Helen se esfuerza tanto por ser como los demás que se ha olvidado de ser feliz, Rowan tiene una alergia brutal a la luz solar y sufre acoso escolar, y a Clara le sienta fatal la dieta vegana y no logra entender por qué todos los animales huyen despavoridos de ella. Traicionar durante tanto tiempo su propia naturaleza depredadora para poder dormir por las noches sin mala conciencia está a punto de convertirse en una sentencia de muerte para los Radley.

«Sabe, por supuesto, que si anoche hubiese probado la sangre, mostraría una actitud tan relajada como la de su marido y su hija con respecto al tema. La copa estaría medio llena en lugar de medio vacía y creería que, con Will a su lado, podrían salir airosos de cualquier situación gracias al poder de persuasión de la sangre. Ningún agente de policía de Yorkshire del Norte creería que su hija era una asesina, y menos aún una verdadera criatura de la noche.«

Matt Haig es un periodista y escritor inglés, autor de libros de ficción y de no ficción para niños y adultos. Sus obras más conocidas son La biblioteca de la medianoche (2020) o El chico que salvó la Navidad (2015). Los Radley (2010) es una novela sobre una familia de vampiros que intenta salir adelante sin beber una sola gota de sangre porque, según su escala de valores, creen que moralmente está mal matar a otras personas. Esta es la primera vez que leo una novela de Matt Haig y me ha sorprendido gratamente.

Los Radley me ha parecido un thriller vampírico muy entretenido y original, con un buen planteamiento emocional, personajes muy bien construidos y una buena dosis de suspense. El estilo del autor, con esa narración en presente que suele facilitar la cercanía con el lector, no carece de cierto toque poético pese a prescindir de adornos. Me ha gustado especialmente la sinceridad de Matt Haig a la hora de abordar el mito vampírico, sin disimular que se trata de monstruos terroríficos que matan personas, y de plantear el dilema moral del matrimonio protagonista sin entrar en cuestiones religiosas (la escala moral de los Radley se construye sobre el respeto y la libertad, pilares de la civilización). Creo que es esa falta de hipocresía y que el autor no tenga miedo de que la sangre salpique desde estas páginas, lo que convierte esta novela en un thriller tan interesante y original. Y que, pese a tratarse de una historia de tintes oscuros, el final no resulte injusto ni desesperanzador.

Lectora, una novela de vampiros distinta que te mantendrá en vilo hasta el final.

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